viernes, 31 de octubre de 2008

Testimonio del ex soldado norteamericano Darrell Anderson

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Testimonio del ex soldado norteamericano Darrell Anderson

Written by Socialist Appeal * EEUU , 09 de Abril del 2007

Cuando se acaban de cumplir cuatro años del inicio de la agresión imperialista contra Iraq, publicamos a continuación una entrevista realizada por los compañeros del periódico marxista estadounidense Socialist Appeal a Darrell Anderson, veterano de la guerra de Iraq. En ella nos habla de cuál es la situación que se vive dentro del ejército estadounidense.

Darrel Anderson

Socialist Appeal. ¿Nos puedes hablar sobre tu primer encuentro serio en Iraq con el llamado enemigo?

Darrell Anderson. Yo llegué en enero de 2004 y mi unidad ya llevaba allí seis meses. De enero a marzo disparé pocas veces, vi unos cuantos morteros, pero realmente no hubo un combate serio hasta abril, cuando Bush hizo su famoso discurso y el ejército de al Sadr se había levantado intentando tomar Bagdad en abril de 2004. La primera vez que estuve en un tiroteo fue cuando estaba protegiendo una comisaría de policía iraquí y sufrimos un ataque, que duró unas horas, de armas pesadas, AK (…) Después de que terminara el tiroteo, llegaron coches por la carretera y nos fuimos. Un coche se me acercó y me ordenaron abrir fuego contra él, yo creía que eran civiles inocentes porque los tres primeros coches que llegaron lo eran y me negué a cumplir las órdenes. Bajaron las ventanillas y había niños en la parte trasera, pensé: ‘He hecho lo correcto’, en cambio mis superiores me dijeron que no lo había hecho bien y que la próxima vez me castigarían.

SA. ¿Puedes explicar si la política estadounidense diferencia entre civiles y el enemigo?

DA. No existe diferenciación. Yo tenía que disparar contra el enemigo y me ordenaban asesinar a todos los que allí estuvieran. Pero esas órdenes no llegaron hasta abril. En enero, febrero y marzo la orden era: si te disparan ponte a cubierto y espera órdenes antes de volver a disparar. En abril fue: si te disparan asesina a todo el mundo porque estamos perdiendo muchos soldados y tenemos que sobrevivir.

SA. ¿Cuál es la actitud del soldado raso ante la guerra?

DA. Cuando llegué a Iraq en enero de 2004 ellos ya estaban en contra de la guerra. Decían: “Estamos aquí sentados agonizando por nada”. Fueron enviados en 2003 buscando las armas de destrucción masiva y obviamente no las encontraron, la segunda razón por la que habían ido a Iraq era para proteger a la población, por eso fui allí, para proteger a los iraquíes. Evidentemente todos los iraquíes nos odian, excepto aquellos que están sacando beneficios de la guerra.

SA. ¿Existe la misma actitud entre los oficiales?

DA. Nos solían enviar a misiones suicidas, mi teniente y el sargento de pelotón nos llevaban a un estacionamiento durante un par de horas, después regresábamos y decían que todo estaba bien, por lo tanto, mi teniente estaba desobedeciendo órdenes y nos llevaba a misiones falsas.

SA. ¿Por qué y cómo abandonaste el ejército?

DA. Regresé a casa en Navidad y después de hablar con mi familia decidí irme a Canadá el día antes de que, supuestamente, debía reincorporarme en Alemania. Me quedaban siete meses hasta el próximo despliegue, pero sabía que era el momento de tomar una decisión. Estamos cometiendo crímenes de guerra en Iraq y todos los procedimientos van en contra de la Convención de Ginebra, pensaba que mi deber era negarme, no tenía realmente una ideología política. No pensé en ello. Sólo pensé como soldado, mi deber era informar de los crímenes de guerra así que me fui a Canadá para hablar sobre ello.

SA. ¿Qué problemas tuviste con las distintas agencias gubernamentales por las que tuviste que pasar?

DA. En Canadá me negaron el estatus de refugiado. Después de dos años era más seguro regresar (a EEUU) que ser deportado. Pensaba que si me deportaban pasaría más tiempo en prisión. Así que básicamente decidí regresar. Yo mismo volví a Fort Knox y me encontré con los generales de Fort Knox, ellos debían elegir si someterme a un tribunal marcial o no, yo les dije que iban a tener que ponerme el uniforme y colgar mis medallas en el cuello si me llevaban a un tribunal marcial, entonces toda mi defensa sería hablar sobre todos los crímenes de guerra que estamos cometiendo, a todos los que había visto golpear prisioneros hasta la muerte y todas las ocasiones en que habíamos asesinado civiles inocentes.
Primero me dijeron que iría a la cárcel de uno a cinco años, pero cuando me llevaron a la base me dijeron: “Entra tranquilamente y te dejaremos ir”. Yo les dije que no, que hablaría y fui enviado a la base, a los tres días me pusieron en libertad porque los soldados de la base estaban reaccionando al verme allí. Ellos decían: “¿Pero a qué infierno nos envían? Este chico está contra la guerra y tiene una estrella púrpura”. Así que me liberaron. Era evidente que cuanto más tiempo pasara en la base más problemas les causaría, por tanto me liberaron.

SA. ¿Crees que te soltaron para ocultar la oposición?

DA. Sí, llevaron a Watada a juicio [Watada es el primer oficial que públicamente se negó a ir a Iraq], pero Watada nunca estuvo en Iraq. No podía decir realmente nada porque no conoce la situación allí. Conmigo sería diferente porque yo testificaría sobre los crímenes de guerra. No me querían llevar a juicio porque sería malo para ellos. Así que la decisión sin liberarme sin castigo era lo mejor para el ejército.

SA. ¿Qué estás haciendo específicamente en el movimiento contra la guerra?

DA. Estoy hablando en institutos, a los chicos para que no se alisten en el ejército. También fuera de las bases, a los soldados en el aeropuerto cuando los veo de uniforme.

SA. ¿Son muchos los soldados que se niegan a regresar?

DA. Sí, en Fort Knox cada año miles son procesados.

SA. ¿Piensas que los demócratas terminarán pronto con la guerra?

DA. No, (…) no creo en Hillary Clinton ni en ninguno de ellos (…) ellos no van a parar la guerra.

lunes, 27 de octubre de 2008

La crisis económica mundial se profundiza. ¿Pirómanos apagando un fuego?


La crisis económica mundial se profundiza. ¿Pirómanos apagando un fuego?
 
escrito por Juan Ignacio Ramos   

domingo, 13 de enero de 2008


La crisis financiera y crediticia desatada el pasado verano a raíz del crac del mercado inmobiliario norteamericano y el colapso de las subprime ha puesto en el orden del día la posibilidad de un brusco parón de la economía mundial, incluso de una recesión en los EEUU que amenaza con arrastrar al resto de los mercados. Las consecuencias políticas de esta crisis no son fáciles de predecir, pero la crítica general al capitalismo y el descrédito del sistema crecerá entre millones de explotados de todo el mundo. El movimiento obrero se enfrenta a un periodo de turbulencias y duras luchas para defender sus empleos y salarios.

Después de la crisis política y económica de los años setenta, la burguesía internacional apoyándose en las derrotas de las luchas obreras en Gran Bretaña y EEUU, de los procesos revolucionarios en Portugal, el Estado español, Grecia, Chile, Argentina... y más tarde en el colapso del estalinismo, acometió una dura ofensiva contra los trabajadores. Esta ofensiva, que en el plano político se tradujo en un pronunciado giro a la derecha de las organizaciones obreras, en el terreno económico se orientó hacia un incremento sustancial de la valorización del capital y la tasa de ganancias tras los reveses sufridos en los setenta. Los mecanismos para lograrlo fueron variados. Por un lado, la privatización masiva de empresas y servicios públicos en los países capitalistas desarrollados y el aumento extraordinario de la plusvalía absoluta y relativa extraída de la fuerza de trabajo, gracias a la fuerte desregulación del mercado laboral y el drástico descenso de los salarios. Por otro, la apertura de los mercados mundiales a las mercancías de los países imperialistas y el hundimiento del precio de las materias primas.
Estos factores, junto a la incorporación de casi dos mil millones de personas a la economía mundial tras el colapso de la URSS y el reestablecimiento del capitalismo en China, actuaron como un poderoso impulso de la división internacional del trabajo y proporcionaron la oportunidad de conseguir grandes rentabilidades.
La tasa media de beneficios empresariales en EEUU y Europa pasó de un 12-14% entre 1975-1982, a valores superiores al 20% desde mediados de la década de los ochenta hasta la actualidad, porcentajes más similares a los obtenidos en los años sesenta. 
No obstante, mientras en la época dorada del capitalismo norteamericano y europeo de los años cincuenta y sesenta el grueso fundamental de la acumulación capitalista se efectuaba a través de la reinversión de capital en la producción, dando lugar a la aparición y desarrollo de nuevas ramas y sectores productivos y extendiendo la división del trabajo a una escala nunca vista en la historia del capitalismo, en estas últimas dos décadas la modesta rentabilidad de la inversión en la producción, propiamente dicha, ha provocado que enormes cantidades de capital se desplazasen a la especulación financiera. 
En estos veinte años los gobiernos de todos los países capitalistas desarrollados han acordado una profunda y acelerada liberalización de los mercados de capital, favoreciendo el crecimiento exponencial de la actividad en los mercados financieros internacionales (mercados de divisas, obligaciones, acciones y, finalmente, el mercado de los derivados), hasta superar las magnitudes económicas fundamentales que expresan la riqueza real producida (PIB, inversión, comercio internacional, reservas de divisas mundiales). Como consecuencia, la brecha  entre la producción real y la especulación financiera ha aumentado en unas proporciones desconocidas (entre el 90-95% de los movimientos actuales de capital no responden a operaciones comerciales o de inversión, sino a movimientos puramente especulativos)1.
Este dominio tan aplastante del capital financiero, característico de la fase imperialista del desarrollo capitalista, ha dado lugar a lo que algunos economistas han denominado el paso de unas finanzas bancarias a unas finanzas de mercado. Este eufemismo sirve para designar el hecho de que los llamados inversores institucionales (fondos de inversión, fondos de pensiones y compañías de seguros) agrupan en estos momentos la parte del león del capital financiero, superando ampliamente el PIB de los países capitalistas avanzados y decidiendo, en una proporción cada vez más amplia, movimientos que tienen una gran trascendencia en la economía real (como la compra, fusión y cierre de fábricas y empresas, y la destrucción de cientos de miles de empleos que llevan aparejadas este tipo de operaciones).

De la especulación financiera a una posible recesión

Como hemos señalado en otras ocasiones desde estas mismas páginas, la especulación financiera y el endeudamiento de los particulares y de las empresas, que es una consecuencia directa del crecimiento económico, no es un fenómeno nuevo. Lo que sí es nuevo es la dimensión que ha adquirido en los últimos años, convirtiendo la economía de la nación más poderosa de la historia, los EEUU, en la más endeudada del planeta.  
En un contexto de grandes beneficios y exceso de liquidez, los Bancos Centrales han alimentado la dinámica con unos bajísimos tipos de interés; de esta manera se ha inducido el endeudamiento masivo, el famoso apalancamiento, con el que se han adquirido propiedades inmobiliarias y títulos bursátiles que no valían, ni de lejos, los precios por los que eran comprados, y se han cubierto operaciones de fusión y compra de empresas, que a su vez agudizaban más la inflación de los valores cotizados.2
Durante todo este periodo, la burbuja inmobiliaria y bursátil y el crédito barato se convirtieron en un factor fundamental para mantener el tirón de la inversión, el consumo y la producción, tanto en EEUU como en Europa. Pero finalmente, tal como los marxistas hemos defendido durante estos años, las causas fundamentales del crecimiento se han transformado en el catalizador de la caída. "Hay dos factores que contribuyen a la euforia y la sostienen", señala el profesor Galbraith en su sintético pero interesante libro sobre la euforia financiera, "el primero de dichos factores es la extrema fragilidad de la memoria en asuntos financieros. En consecuencia el desastre se olvida fácilmente. Así pues, cuando vuelven a darse las mismas circunstancias u otras muy parecidas, a veces con pocos años de diferencia, aquellas son saludadas por una nueva generación, a menudo plena de juventud y siempre con una enorme confianza en sí misma, como un descubrimiento innovador en el mundo financiero y, más ampliamente, en el económico (...) El segundo factor que contribuye a la euforia especulativa y al ineluctable colapso es la engañosa asociación de dinero e inteligencia (...) Sólo tras el colapso especulador surge la verdad..."3. Dejando a un lado que Galbraith no puede reconocer que el auténtico origen de la euforia especulativa es la dinámica del modo de producción capitalista y el afán de lucro, es evidente que la innovación financiera es lo más parecido, siempre y en cada una de las etapas históricas en la que se da, a una gigantesca estafa que amplía las fortunas de los más ricos y destruye la de los débiles.
El propio Greenspan, en unas recientes declaraciones a la prensa económica, hacía buena la frase de Galbraith, "Sólo tras el colapso especulador surge la verdad". El antiguo gobernador de la Reserva Federal Estadounidense (FED) reconocía que la burbuja inmobiliaria fue "inevitable en un sentido porque cuando se empieza a desarrollar una euforia en la economía uno se enfrenta a aspectos innatos de la naturaleza humana (...) hemos visto burbujas inflarse y desinflarse durante 60 años, y estoy convencido de que nunca tendremos capacidad ni a través de la política monetaria y fiscal, ni a través de medidas gubernamentales, de acabar con esas burbujas sin afectar a la economía". Si sustituimos la expresión "naturaleza humana" por funcionamiento del capitalismo estamos de acuerdo. Pero ahora las cosas se han puesto muy serias. El propio Greenspan comparó la situación de la economía estadounidense con el de un organismo enfermo: "Alguien cuyo sistema inmunológico no funciona muy bien está sujeto a toda suerte de enfermedades, y la economía en estos niveles está sujeta a toda una serie de shocks potenciales".

Inyección de liquidez para evitar el colapso. El Estado al rescate

La gravedad de lo ocurrido con la crisis de las subprime en EEUU está todavía por verse. Las cifras son engañosas y las fuentes oficiales no hacen sino ocultar la verdad por temor a que el pánico se generalice. Según el último informe de la OCDE,  la crisis hipotecaria estadounidense tendrá un coste de entre 200.000 y 300.000 millones de dólares (entre 135.217 y 202.826 millones de euros), cifra que Goldman Sachs aumenta hasta los 400.000 millones de dólares. Sin embargo, la propia OCDE se cura en salud al afirmar que es "demasiado pronto para establecer conclusiones firmes". Confirmando las sospechas, la mayor agencia de calificación del mundo, la norteamericana Standard & Poor's (S&P), considera en su último informe que las entidades financieras, tanto europeas como de Estados Unidos, sólo han dado a conocer una cuarta parte de sus pérdidas en la crisis de las subprime. 
Lo que realmente llama la atención es que en un contexto de grandes turbulencias financieras, la rentabilidad de las bolsas internacionales se haya mantenido en 2007 a un nivel sorprendentemente alto, algo que puede cambiar drásticamente en 2008. ¿Qué es lo que explica este comportamiento? 
Una de las razones ha sido la intervención del Estado, es decir, de los Bancos Centrales de todo el mundo, para rescatar el sistema crediticio inyectando grandes cantidades de capital. Recurriendo a los mecanismos de intervención estatal, tan repudiados por los neoliberales, y socializando las pérdidas, el Estado ha garantizado la solvencia de muchas entidades implicadas en una de las mayores estafas del siglo, evitando de esta forma un colapso monumental. ¡Así funciona la economía de libre mercado!
Los bancos centrales de EE UU y Europa no son los únicos que participan en el rescate. A éstos se les han unido las autoridades monetarias de China, Singapur, Abu Dhabi... Mientras los primeros suministran ingentes cantidades de capital al mercado interbancario; los segundos, utilizan sus instituciones públicas de inversión (los llamados "fondos soberanos") para inyectar capital a los grandes bancos de negocios4 que están pasando por dificultades después de años de inversiones basadas en un endeudamiento endemoniado. 
El Banco Central Europeo (BCE) ya ha inyectado cerca de 500.000 millones de dólares, mientras en la FED y la llamada Federal Home Loans Banks, doce cooperativas de crédito amparadas por el gobierno estadounidense, han prestado cerca de 250.000 millones. El pasado 12 de diciembre, la FED, de la mano del BCE y de los bancos centrales de Canadá, Inglaterra y Suiza, anunció una nueva subasta de préstamos a las instituciones financieras por un montante inicial de 40.000 millones de dólares. La acción se decidió un día después de que la FED recortara un cuarto de punto el precio del dinero al 4,25%.
Pero ni la rebaja de tipos en EE UU ni la propaganda del plan de intervención de los grandes bancos centrales sirvieron para calmar la incertidumbre en los mercados, confirmando la enorme volatilidad de la situación económica y la desconfianza existente entre los mismos bancos para prestarse dinero.

Petróleo e inflación. La economía estancada

La insistencia en inyectar más liquidez a los mercados financieros lejos de ser la solución puede provocar un problema aún mayor. En un contexto como el actual, con un barril de petróleo situado en los 100 dólares y con  un crecimiento desbocado de los precios de las materias primas, agrarias e industriales, y de los artículos de primera necesidad (alimentos, gas, electricidad, combustible...), el aumento de la circulación de capital puede empeorar las cosas. Alimentar el mercado con más créditos con el objetivo de animar la inversión, cuando el problema no es de liquidez, lejos de permitir alcanzar el objetivo buscado puede provocar una explosión de la inflación sin corregir la dinámica descendente del ciclo. 
Muchas voces advierten ya contra el peligro de la estanflación, es decir, estancamiento con inflación. Palabras mayores que nos retrotraen a la crisis de los años setenta (los analistas vaticinan un arranque de 2008 en EEUU con un aumento del PIB por debajo del 1% y con una inflación que cerró 2007 al 4,3% anual). Viendo la reacción de las autoridades económicas ante la gravedad de la crisis, cabe preguntarse si no se comportan como pirómanos intentando apagar un fuego descontrolado. 
Resulta irónico que con unas estimaciones preliminares del FMI que señalan un crecimiento de la economía mundial del 5,2% en 2007, las incertidumbres acerca de una posible recesión mundial cada día adquieran más fuerza.5 Basta repasar algunos indicadores económicos de los países más importantes para tener un cuadro completo de la gravedad de la situación. 
En EEUU el gasto en construcción del tercer trimestre de 2007 disminuyó un 20,1% respecto al periodo anterior en términos anuales; las viviendas iniciadas quedaron un 16,4% por debajo del mismo periodo del año anterior. En otro plano, las perspectivas de gasto de los endeudados consumidores son realmente sombrías. El consumo minorista marca una línea de desaceleración lenta pero bien definida. Paralelamente, los impagados de tarjetas de crédito se han incrementado en casi un 30% en el primer semestre de 2007.  
El empleo sigue una evolución similar. Según anunció el Departamento de Trabajo de EEUU, el  pasado mes de diciembre se crearon 18.000 empleos en el país, la cifra más baja desde agosto de 2003, mientras la tasa de desempleo escaló hasta el 5%. La principal causa de la desaceleración en la creación de empleo ha sido la crisis inmobiliaria. El sector de la construcción destruyó durante el último mes del año 49.000 puestos de trabajo, aunque desde septiembre de 2006 se han recortado 236.000 empleos en el sector. Las industrias manufactureras vinculadas a este sector representan el 30% de las pérdidas de empleo en el sector industrial en 2007. 
Por otra parte, el beneficio operativo de los grandes grupos financieros de EEUU cayó el 33,15% en el tercer trimestre de 2007, mientras que los datos manejados por la mayoría de los analistas señalan que el beneficio por acción (BPA) del Standard & Poor's 500 para el cuarto trimestre se ha hundido hasta el -6,1%, frente al incremento del 11,5% que se esperaba al comienzo del trimestre. 
"Ha comenzado una recesión en el sector industrial y creemos que se trata del comienzo de una recesión generalizada de la economía en el primer semestre de 2008", ha señalado Daniel Meckstroth, economista jefe de la Alianza de Industriales (MAPI). "La caída del sector inmobiliario, la baja de la producción automovilística, los precios récord del petróleo y la crisis del crédito son impactos suficientes para causar una detención en cualquier ciclo económico", añadió.
Tampoco en Japón la situación es halagüeña. La inversión en construcción en el tercer trimestre de 2007 cayó un 10,9% interanual. Respecto a la inversión, la formación bruta de capital ha caído en el segundo y tercer trimestre de 2007 un 0,9 y 1,2 respectivamente. La fuerte depreciación que ha experimentado el dólar estadounidense a lo largo de 2007, y que alcanza ya el 7,5% en términos de yenes, no ha favorecido a las empresas japonesas que sufren una merma de la competitividad de sus exportaciones. El PIB japonés apenas creció un 0,7% en el tercer trimestre de 2007, por lo que un retroceso importante de la economía estadounidense se dejará sentir con fuerza en Japón. 
La amenaza es clara no sólo para EEUU, Japón o China. En la vieja Europa, la OCDE ha revisado drásticamente sus últimas previsiones rebajando el crecimiento de la zona euro para 2008 al 1,9%, siete décimas menos de lo estimado en septiembre. Según este organismo, el crecimiento de los 30 países que forman parte de la organización se quedará en el 2,3% en 2008, mientras que Estados Unidos, Japón o Reino Unido no superarán el 2%.

Hacia una crisis global

Las necesidades de financiación de las deudas norteamericanas atan al mundo entero al carro de una economía enferma. Son los dólares comprados por los bancos centrales de China, Corea y Japón los que financian diariamente esta gigantesca deuda, pero la caída libre del dólar amenaza con poner fin a esta situación. Si la depreciación del dólar continúa, es muy probable que no tarde en producirse una estampida por parte de los inversores en dólares, especialmente asiáticos, lo que provocaría un problema de tal magnitud que es difícil prever como saldrían de él. En el caso de que el gobierno norteamericano adopte medidas para compensar a los inversores por conservar sus activos en dólares se produciría un fenómeno poco deseable: el coste del capital en Estados Unidos se disparará, desalentando la inversión y reduciendo el gasto de consumo a medida que las altas tasas de interés reduzcan el valor del principal activo de los estadounidenses, sus casas. Sería como saltar de la sartén al fuego.
En teoría, un dólar débil impulsará las exportaciones y permitirá que la economía norteamericana se recupere a costa de sus competidores. Pero las exportaciones ahora sólo suponen un 12% del PIB estadounidense, una proporción demasiado pequeña para compensar el debilitamiento del consumo, que representa el 70% del PIB. En realidad, la devaluación del dólar en los últimos años ha supuesto un gigantesco fraude para los inversores de bonos norteamericanos, que han visto como se reducía brutalmente el valor de sus depósitos. 
Este auténtico equilibrio del terror financiero, que de momento es aceptado por el pánico a las consecuencias que una recesión en EEUU tendría sobre la economía asiática y mundial, puede romperse por las contradicciones insolubles del sistema. Y ya hay indicios de ello: el gobierno chino ha comenzado una campaña concertada de amenazas económicas contra EEUU, insinuando que podría liquidar la gran cantidad de bonos del tesoro norteamericano que posee si Washington impone sanciones comerciales para obligar a la revaluación del yuan. China no quiere oír ni hablar de un posible descenso de sus exportaciones en el mercado mundial, decisivas para el crecimiento de su economía. Pero con revaluación o sin ella, una recesión en EEUU afectará, y mucho, al coloso chino.
Todo lo anterior señala que la verdadera razón de la profundidad de la crisis hay que buscarla en la sobreproducción de mercancías, bienes y servicios que, inevitablemente, se produce precisamente en el pico agudo del boom económico. Como resultante, las potencias imperialistas se amenazan unas a otras con adoptar medidas proteccionistas y devaluaciones competitivas, lo que podría transformar la crisis en una profunda depresión. Por ejemplo, los capitalistas europeos sufren la apreciación salvaje del euro, que debilita la competitividad de sus exportaciones en el mercado mundial6 mientras la avalancha de manufacturas chinas merma sus beneficios en su propio mercado. Como respuesta, las autoridades de la UE tratan de imponer nuevos aranceles a las importaciones chinas. Es este endurecimiento de la competencia en un mercado en vías de saturación, lo que explica el fracaso constante de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en su intento de regular las condiciones del comercio mundial, y el número creciente de acuerdos bilaterales firmados entre las grandes potencias y las pequeñas naciones.
Una sola cosa está fuera de duda: después de un boom económico en el que las condiciones de los trabajadores europeos y norteamericanos han retrocedido objetivamente tras años de duros sacrificios, recortes salariales y pérdida de derechos, una nueva vuelta de tuerca puede provocar una explosión de la lucha de clases.7
En este comienzo de año, las guerras, la miseria, la obscenidad del hambre y la enfermedad, la regresión en las condiciones de trabajo y de vida de miles de millones de hombres y mujeres, son una realidad incuestionable que golpea la conciencia de los oprimidos. Pero esto no es suficiente. Es necesario resolver estas contradicciones de una vez por todas, con la transformación socialista de la sociedad y el derrocamiento del capitalismo. Esta es la única alternativa realista. Como Trotsky explicó en un discurso dirigido al Tercer Congreso de la Internacional Comunista: "La curva de desarrollo económico tiende, a través de todas sus oscilaciones hacia abajo, y no hacia arriba. Sin embargo, ¿quiere decir esto que el fin de la burguesía llegará automática y mecánicamente? De ningún modo. La burguesía es una clase viva que ha retoñado sobre determinadas bases económico-productivas (...) Esta clase ha sobrevivido, o sea que se ha convertido en el más terrible freno de la evolución histórica, lo cual no quiere decir que esta clase esté dispuesta a cometer un suicidio histórico (...) Por otra parte no es suficiente que el Partido Comunista reconozca a la clase burguesa como condenada y casi suprimida para considerar segura la victoria del proletariado. No. ¡Todavía hay que vencer y tirar abajo la burguesía!".

 

1. Para ilustrar la magnitud del fenómeno baste un dato como ejemplo: según el Banco de Pagos de Basilea, 500 billones de dólares -el equivalente al PIB de EEUU en 35 años- era el importe del mercado de derivados no organizados a finales de junio de 2007. Una parte tan sólo del conjunto del mercado de derivados.
2. La capitalización bursátil de todas las bolsas norteamericanas pasó de 5,3 billones de dólares a finales de 1994, a 17,7 billones de dólares a finales de 1999 y a 35 billones de dólares a finales de 2006, generando un aumento geométrico de la relación precio-ganancia y así sucesivamente. Este proceso no fue el resultado de una expansión de la actividad productiva, sino que fue debido a un aumento masivo de los capitales especulativos invertidos en bolsa en busca de rentabilidades que la inversión productiva no ofrecía.
3. J. K. Galbraith, Breve historia de la historia financiera, Editorial Ariel, Barcelona 1993. p 27.
4. Un inversor saudí y el fondo soberano de Singapur, Temasek, inyectarán 830 millones de euros en el mayor banco de inversión del mundo UBS (Suiza). El fondo soberano más importante del planeta, el Abu Dhabi Investment Authority, ha anunciado una inversión de 7.500 millones de dólares (5.096 millones de euros) en Citigroup. A la lista se suman los estadounidenses Morgan Stanley, Bear Stearns, Merrill Lynch y el británico Barclays. La crisis financiera ha arrojado a los grandes bancos en manos de los fondos soberanos en un momento de falta de liquidez. Los altos precios del petróleo, una de sus principales fuentes de ingresos, y el superávit exportador de los países emergentes han disparado sus recursos.

5. La mayor aportación al crecimiento lo realizan los países emergentes (8,1%), más del triple que el registrado por los países más avanzados (EEUU, UE, Japón o los tigres asiáticos), que se quedan en el 2,5%. Si se mide la evolución de las economías en paridad de poder de compra (según la capacidad de compra de cada economía y no según los tipos de cambio de las monedas), China es el país que más contribuye al crecimiento mundial en los últimos siete años (un 25%), por delante de EEUU.
6. Pese a las restricciones, el textil chino aumentó su cuota en Estados Unidos (las importaciones chinas crecieron un 15% frente al 4% de las importaciones totales) y en la UE (10% frente al 6% global), áreas en las que es el suministrador líder (en EEUU copa casi un tercio del mercado). Pero el aumento de la cuota china fue mucho más rotundo en el mercado mundial. Según el informe de la OMC, las exportaciones totales del textil chino aumentaron en 2006 un 25,2%, aún más que el año anterior, y rozaron los 144.000 millones de dólares (107.000 millones de euros), casi el triple que hace cinco años.
7. En el último informe sobre el mercado laboral de la UE, publicado por la Comisión Europea en el mes de diciembre de 2007, se concluye que el peso de los ingresos del trabajo en el PIB comunitario alcanzó en 2006 su mínimo histórico, con una participación del 58%. En 1975 las rentas laborales tenían un peso del 70% en el PIB de la UE (15 miembros). El descenso continuado en la cuota de riqueza de los trabajadores en las últimas tres décadas se repite en otras grandes economías: en Japón y EE UU apenas supera el 60% de sus respectivos PIB.
Por otra parte, la OIT hizo público a comienzos de 2007 un documento titulado Tendencias Mundiales del Empleo 2007. En el mismo se señalan contradicciones que expresan vivamente los límites del crecimiento: si bien hay más personas trabajando que nunca, el número de desempleados registrados oficialmente se mantuvo en una marca sin precedentes de 195,2 millones de personas en 2006. La OIT también destacó que hubo sólo modestos avances en los intentos por sacar de la pobreza a los 1.370 millones de trabajadores que, si bien tienen empleo, sobreviven con menos de 2 dólares al día. El documento señala que durante la última década la productividad aumentó 26%, mientras que el número de empleados en el mundo subió sólo 16,6%.

China: ¿Sustituta de EEUU como ‘locomotora’ de la economía mundial?

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China: ¿Sustituta de EEUU como ‘locomotora’ de la economía mundial?  
 
escrito por Antonio García Sinde
  
viernes, 07 de diciembre de 2007

Las turbulencias que han afectado en los últimos meses al sistema financiero internacional han vuelto a poner en primer plano el interés de la prensa económica por la evolución y la potencialidad de la economía china. Y, como es habitual en tiempos de crisis, la información proporcionada por los medios burgueses de difusión masiva (cadenas de televisión, prensa diaria no especializada) dista mucho de ser una valoración objetiva de la situación de la economía de la República Popular China, sino que es una mezcla confusa de datos sesgados, medias verdades y propaganda descarada de las supuestas maravillas del crecimiento chino y de su capacidad para contribuir al mantenimiento del actual ciclo de expansión económica.

De forma similar al parloteo que nos abrumaba hace una década con las virtudes de la famosa ‘nueva economía' que supuestamente iba a superar para siempre las contradicciones internas del capitalismo, y con las alabanzas al sector inmobiliario y de la construcción que hace menos de un año llenaban las páginas de la prensa burguesa, los propagandistas del capital han encontrado en la economía china su tabla de salvación. Y no parece casualidad que este entusiasmo por la economía china coincida en el tiempo con el lanzamiento por parte de bancos y sociedades de inversión de nuevos fondos de inversión orientados hacia activos que cotizan en las bolsas asiáticas, principalmente en la de Shangai: agotado el filón inmobiliario, China se perfila como el destino preferido para la inversión especulativa.

Una economía exportadora

Desde luego, es difícil no quedar impresionado por los resultados económicos de China en los últimos diez años. Para este año 2007 el FMI espera un crecimiento del 11,3%, y para el año 2008, a pesar de los ajustes a la baja de las previsiones mundiales de crecimiento, se prevé un 10,8, más del triple de la proyección global de crecimiento publicada por el Banco Mundial. Pero, por sorprendentes que sean estas magnitudes, la capacidad de la economía china para sustituir a EEUU y a la Unión Europea a la cabeza de la expansión de la economía mundial es más que dudosa.
La principal característica de la economía china es su fuerte orientación a la exportación. De acuerdo con las estimaciones del FMI (China Quarterly Update, septiembre de 2007), en el primer semestre de este año la contribución del comercio exterior se elevó hasta más de un 25% del PIB. Las consecuencias de este hecho son incontestables. Desde el propio FMI se avisaba hace apenas un mes: "China se ha vuelto más vulnerable a shocks externos, tal como una apreciación del tipo de cambio o una ralentización en la demanda externa (...)" (F&D, Vol. 44, num. 33). Más exactamente, el FMI cifraba la reducción del PIB chino en un 0,5% por cada punto de reducción de la aportación del consumo interno al PIB de Estados Unidos, lo que resulta ser significativamente mayor que en la mayoría de las economías llamadas ‘emergentes'.
Esta situación no es una casualidad. Desde el XIV Congreso del PCCh en 1992 hasta hoy, el gran motor de la economía china ha sido la avalancha de inversión extranjera. Atraídas por los bajos salarios y por los precios artificialmente bajos de la energía de uso industrial, las grandes empresas multinacionales empezaron a trasladar a China una parte creciente de su producción. Iniciaron el camino las industrias de bajo valor añadido, que requerían importantes volúmenes de mano de obra (textil, madera, etc.), siguieron industrias con requerimientos de mano de obra más especializada (electrónica de consumo, química, etc.) y, finalmente, todos los sectores capaces de deslocalizar su producción se han apuntado con entusiasmo a esta tendencia, hasta el punto que ya no sólo en EEUU y Europa las empresas se trasladan a China, sino que incluso se han producido traslados por razones de rebaja de coste salarial, ¡desde el sector de Tecnología de la Información de India!
Evidentemente, el traslado de la producción a un país con salarios tan bajos como es China tiene un efecto inmediatamente beneficioso para el conjunto del capitalismo. La reducción de costes contribuye a una recuperación de los beneficios empresariales, en consecuencia estimula nuevas inversiones y expande el conjunto de la economía. Pero, no lo olvidemos, la otra cara de la inversión masiva en China es el cierre de instalaciones industriales en los países capitalistas desarrollados. Como muy bien sabemos en el Estado español, sectores enteros como el textil o la fabricación de artículos deportivos, han sido diezmados y el número de trabajadores que ocupan es ahora sólo una pequeña fracción del empleo que ofrecían hace dos décadas. De modo que, considerado globalmente, el crecimiento chino no puede contabilizarse en su totalidad como una aportación neta al desarrollo de las fuerzas productivas mundiales, sino que es, en gran medida, un mero traslado de capacidad productiva a un entorno de salarios miserables y condiciones de trabajo completamente inhumanas. Y, naturalmente, la correspondiente reducción de la masa salarial de EEUU o Europa contribuye negativamente a la expansión de la demanda interna de esos países, volviendo a poner sobre la mesa la posibilidad de una crisis de sobreproducción.
Por ello, el principal riesgo que se cierne sobre la economía china es que una recesión en EEUU o Europa, causada por la crisis desatada en el sector inmobiliario, de la que el problema de las hipotecas de alta riesgo (‘subprime') es sólo la punta del iceberg, provoque a corto plazo un parón de las exportaciones y, a largo plazo, reduzca el volumen de capital extranjero que fluye hacia China e impulsa el desarrollo económico del país.

Pequeñas variaciones, grandes consecuencias

Sin necesidad de llegar a una situación de recesión, una reducción significativa del crecimiento económico en China tendría unas consecuencias incomparablemente más serias que las que una situación similar provocaría en una economía capitalista desarrollada. Los desequilibrios de la economía china son de tal magnitud que una simple reducción en su ritmo de crecimiento resulta una gravísima amenaza. El primero de estos dese-quilibrios es el gigantesco superávit comercial. Un crecimiento espectacular de las exportaciones en los siete primeros meses de este año (29% según datos del FMI) ha contribuido a generar un espectacular superávit comercial de l37.000 millones de dólares, lo que supone un 80% más que el año anterior. Este superávit está contribuyendo al crecimiento desmesurado de la oferta monetaria (más del 15% sólo en el mes de julio) y alimenta una burbuja crediticia y bursátil de dimensiones extraordinarias: después de un crecimiento del 130% en 2006, las acciones ordinarias que cotizan en la bolsa de Shangai se han revalorizado hasta el 31 de agosto un 95%.
El segundo gran desequilibrio reside en la inflación. Después de diez años de contención de precios, la inflación subió en agosto hasta un 6,5%, más del doble del objetivo de las autoridades chinas. Y para empeorar las cosas, la mayor aportación a esta subida procedió del encarecimiento de los alimentos, afectando directamente a la vida cotidiana de cientos de millones de familias trabajadoras chinas. De modo que, además de los efectos generales negativos que siempre provocan las subidas inmoderadas de precios, en el caso de China el aumento de la inflación amenaza con provocar un estallido de descontento social de consecuencias imprevisibles. La atención prestada en el reciente congreso del Partido Comunista Chino al "desarrollo armónico" es una clara señal de la preocupación de la burocracia por la masiva acumulación de tensiones en el seno de la sociedad china.
Los consejos de los organismos económicos internacionales, jaleados por los gobiernos de las potencias capitalistas, ante esta peligrosa coyuntura se orientan a reducir los desequilibrios mediante una fuerte apreciación de la divisa china, que tendría el doble efecto benéfico de reducir el superávit comercial y de contribuir a la contención de la inflación mediante el abaratamiento de los precios de los productos importados. Desgraciadamente para la burocracia china y para el conjunto del capitalismo mundial, una apreciación de la divisa china reduciría directamente la capacidad de exportar y, dado el peso de las exportaciones en el conjunto de la economía, abriría el camino para una recesión.

Mercado interno

Por supuesto, los estrategas del capital disponen de la receta adecuada: el crecimiento del mercado interno, que sustituiría gradualmente a las exportaciones como motor de la economía china, haría crecer la demanda de productos importados y, como feliz colofón, tiraría del conjunto de la economía mundial disipando los temores a una crisis generalizada.
Desde luego, el espectacular crecimiento chino ha generado una reducida clase media con una cierta capacidad de consumo, pero las magnitudes globales del consumo privado chino dejan muy poco lugar a la esperanza de que un desarrollo del mercado interno pueda llenar el vacío dejado por la previsible reducción de las exportaciones. Mientras que en EEUU el consumo privado supone un 70% del PIB, en China ese porcentaje es de apenas un 36%, el porcentaje más bajo, con gran diferencia, de las grandes economías.
Pero lo realmente significativo no son las cifras estáticas del consumo interior. Lo que más claramente pone de manifiesto la inanidad de las referencias al mercado interior chino son las tendencias sostenidas durante los últimos 15 años en cuanto a la distribución del PIB. Según datos elaborados por The Economist (13 de octubre de 2007) a partir de información estadística del Banco Mundial y la OCDE, la participación de los salarios en el PIB ha venido disminuyendo de forma sostenida desde el 54% en 1992 hasta el 41% de 2005. Y a falta de datos completos, la estimación para 2006 es que este porcentaje ha caído incluso por debajo del 40%. Para hacerse una idea de lo que esta cifra significa debe tenerse en cuenta que en el país paradigma del capitalismo, EEUU, la participación de los salarios en el PIB es de más del 56%.
Y si los datos de la reducción salarial relativa en China son escalofriantes, cuando se observa el conjunto del consumo privado, que además de los salarios incluye también los rendimientos del ahorro familiar (intereses de cuentas corrientes y similares) y los resultados de las inversiones financieras, la perspectiva es similar: el consumo privado chino está cayendo de forma sistemática desde el año 2000 hasta la fecha. En estos seis años la reducción ha sido de más de diez puntos porcentuales.
De modo que el mercado interno no sólo no crece, sino que la tendencia es a su reducción. Bajo el capitalismo, los beneficios empresariales son los salarios no pagados a los trabajadores. Y el único secreto del ‘milagro' chino han sido los salarios de hambre, las jornadas interminables y una represión feroz del aparato burocrático chino hacia el conjunto de los trabajadores. Por supuesto, tanto la burocracia como las empresas radicadas en China entienden la necesidad de desarrollar el mercado interno, y estarían encantadas de que tal cosa ocurriera. Pero las empresas capitalistas no operan para producir ‘mercados internos', sino que operan para producir beneficios, y las condiciones estructurales del capitalismo chino no parecen dejar mucho margen a la mejora de las condiciones de los asalariados.

Tensiones sociales

Por ello, es en este contexto de reducción relativa de los salarios donde debemos buscar las claves de la evolución de China. Y no se trata únicamente de la amenaza que los bajos salarios suponen para la continuidad de la expansión económica: el empeoramiento sistemático de las condiciones laborales y el incremento espectacular de las diferencias sociales abocan inevitablemente a una situación explosiva de enfrentamiento entre las clases.
La agudización de las luchas salariales en China es ya inocultable, a pesar del férreo control ejercido desde el Estado. En la edición del Diario del Pueblo (órgano del Comité Central del PCCh) del 27 de agosto se señalaba que entre 1986 y 2005 el número de "disputas laborales" resueltas por los organismos oficiales se había incrementado en un 27,3% anual. Y si las huelgas en empresas locales chinas pocas veces trascienden, las que afectan directamente a grandes empresas multinacionales, como la cementera francesa Lafarge o el fabricante italiano de muebles DeCoro, no se han podido esconder. 
La clase obrera china, en su corta historia, demostró ser una digna heredera de la tradición insurreccional de los campesinos chinos, que a lo largo de siglos se levantaron en armas, una y otra vez, contra sus opresores terratenientes. Dos décadas de capitalismo en China han creado una situación social insostenible. La más mínima alteración del orden económico y social, como las que actualmente amenazan el precario equilibrio del capitalismo chino, puede ser la chispa que ponga de nuevo en marcha a las amplias masas del proletariado chino en el camino de la revolución socialista.

Turbulencias en las bolsas, crac financiero y recesión. La ciénaga económica del capitalismo

Turbulencias en las bolsas, crac financiero y recesión. La ciénaga económica del capitalismo
 

escrito por Juan Ignacio Ramos
   
jueves, 14 de febrero de 2008


Las épocas de enérgico desarrollo capitalista deben poseer formas -en política, en leyes, en filosofía, en poesía- agudamente diferentes de aquellas que corresponden a la época de estancamiento o de declinación económica. Aún más, una transición de una época de esta clase a otra diferente debe producir necesariamente las más grandes convulsiones en las relaciones entre clases y entre Estados (...) No es difícil demostrar que en muchos casos las revoluciones y
 guerras se esparcen entre la línea de demarcación de dos épocas diferentes de desarrollo económico 
León Trotsky, La curva de desarrollo capitalista.

La abrupta crisis de la economía mundial, una crisis de sobreproducción y sobreinversió
n agudizada por años de endeudamiento masivo y especulación financiera, ha reivindica
do la vitalidad de la teoría económica
 marxista y sus análisis sobre las contradicciones del capitalismo. 
Especialmente en EEUU, los desequilibrios estructurales del ciclo durante la última década retaban a cualquier lógica económica, al tiempo que consumían las grasas sociales acumuladas en la época dorada de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. La polarización social y política en el corazón del capitalismo mundial, la inestabilidad crónica en las relaciones internacionales, el incremento de las contradicciones interimperialistas en la lucha por el dominio de los mercados, de las fuentes de materias primas y las áreas geopolíticas estratégicas y, por supuesto, la guerra, son pruebas inapelables de que los tiempos han cambiado.

Se terminó la fiesta

El editorial del Boletín de Estudios de La Caixa (enero 2008) no deja dudas de la profundidad del giro en toda la situación: "Hace un año, los analistas se estrujaban el cerebro para atinar a descubrir qué acontecimiento inesperado podía dar al traste con la prolongada e intensa fase expansiva de la economía mundial (...) Y sin apenas darnos cuenta, en un movimiento pendular, la percepción sobre las perspectivas económicas se ha deteriorado a una velocidad inusitada (...) La crisis subprime se ha llevado por delante el optimismo que regía en las previsiones económicas porque puede actuar de catalizador de los desequilibrios y problemas latentes en la economía mundial desde hace muchos años".
En efecto, como señalábamos hace un mes desde estas mismas páginas1, la crisis financiera desatada el pasado verano con la subprime no era más que la punta del iceberg de una crisis que tenía sus raíces en la economía real. Ahora, todas las cifras de crecimiento estimadas por los organismos económicos internacionales reconocen esta realidad: no se trata de un aterrizaje suave sino de una crisis que puede transformarse en una recesión de carácter mundial.
El FMI ha rebajado su previsión de crecimiento para la economía mundial al 4,1%. Pero, obviamente, estas cifras son muy engañosas. El organismo reduce el crecimiento de EEUU a un mísero 1,5% para 2008, mientras a la Zona Euro le asigna un 1,6%, cinco décimas por debajo de su última estimación en octubre de 2007. Con todo, el informe del FMI es tan cauteloso que reconoce "correr el riesgo de ser muy optimista" en su pronóstico. 
Ciertamente, el FMI hace bien. Cualquier previsión puede saltar por los aires... a peor. Así, el lunes 20 de enero se produjo la mayor caída de las cotizaciones en las bolsas europeas desde 1987 (el Ibex 35 cayó 7,54%, y en tan sólo 14 días hábiles de enero se volatilizaron más de 100.000 millones de euros), y un revés fortísimo para las asiáticas. Con este descalabro se consolidaba el peor inicio de año que se recuerda en tres décadas en los mercados bursátiles de EEUU y Europa2. Pero lo más llamativo del caso es que la caída tuvo lugar apenas cuarenta y ocho horas después de que el presidente Bush anunciase un paquete de "medidas fiscales" para animar el consumo, es decir, rebajas de impuestos, por valor de 150.000 millones de dólares. En definitiva, un reconocimiento implícito de la emergencia económica que vive el país.
Como reacción a esta caída y para prevenir un martes de infarto en Wall Street, la Reserva Federal (FED) anunció una espectacular rebaja de tipos de interés del 4,25% al 3,5%. Con esta maniobra se pretende asegurar más liquidez para un mercado financiero en el que la desconfianza campa a sus anchas y la restricción del crédito interbancario es la norma. Pero las medidas que ha adoptado el gobierno Bush y la FED buscando un nuevo impulso de la economía, pueden evaporarse como una gota de agua en una sartén al rojo vivo3.

Una crisis clásica

La discusión central es la profundidad y envergadura de la crisis en EEUU y cómo afectará al conjunto del mundo. Partiendo de la realidad y no de los deseos, los datos y cifras de las últimas semanas son realmente negativos. El PIB de EEUU creció un 2,2% en 2007 (una caída de siete décimas respecto a 2006 y el menor porcentaje en cinco años), pero en el cuarto trimestre la desaceleración fue mucho más fuerte: el PIB avanzó tan sólo un 0,6%. El sector inmobiliario está sumido en una profunda depresión, con una caída de las ventas del sector residencial del 50% y un crecimiento exponencial de los impagos, que han elevado hasta millón y medio los desahucios que podrían ejecutarse en los próximos meses. Las empresas de informática y de automoción, así como el sector bancario, han registrado un recorte de sus beneficios y facturación, amenazando con miles de nuevos despidos4. Tampoco es casualidad que el fabricante de maquinaria industrial Caterpillar, cuyos resultados siempre han sido un termómetro fiel de la temperatura económica de EE UU, anunciara el 25 de enero un "crecimiento anémico" de sus ventas, y representantes de la dirección advirtieran que "la debilidad de la economía se ha propagado desde la construcción de viviendas a la construcción no residencial y, recientemente, al empleo y las manufacturas". 
En este contexto, las decisiones de inyectar más liquidez a los mercados y ampliar el crédito rebajando los tipos de interés (el jueves 31 de enero la FED anunciaba la rebaja de otro medio punto en los tipos hasta el 3%), lejos de resolver los problemas de fondo pueden provocar un escenario de estanflación. Más dinero en circulación y más oferta de crédito no tiene porqué provocar un mayor crecimiento de la inversión ni del consumo cuando lo que existe es precisamente un gigantesco y descontrolado endeudamiento y una tasa de inflación en EEUU que ha superado el 4,3% interanual. Si el mercado se restringe porque el boom ha llegado ya a sus límites, si el paro crece y se destruyen empresas, si los beneficios caen, ¿qué sentido tiene endeudarse aún más? 
Otra cosa diferente es la necesidad de liquidez que tienen los bancos y entidades financieras para cubrirse ante los impagos crecientes derivados de la concesión de miles de millones de euros, no sólo por hipotecas de alto riesgo, sino por préstamos a empresas inmobiliarias para compra de suelo y construcción de promociones que ahora se venden a precio de saldo porque no hay comprador; o a multinacionales que se han fusionado o han comprado otras y que garantizaban sus deudas multimillonarias con unas acciones que marchaban bien, pero que ahora van muy mal. El keynesianismo que reclaman los tiburones de Wall Street y sus homólogos en Europa, no es más que una intervención descarada del Estado para protegerlos en caso de quiebra financiera. El anuncio de una posible "nacionalización" del banco Northen Rock en Gran Bretaña, es una prueba concluyente de esta maniobra descarada de socializar las pérdidas a costa de los ingresos de los trabajadores y la mayoría de la población. Pero más allá de los deseos, hay algo obvio: los bancos desconfían unos de otros y por mucho que caigan los tipos, las condiciones del crédito se han endurecido mucho.

El mundo trastornado

Es evidente que las pretensiones de que la crisis norteamericana pueda ser sorteada gracias al papel de las economías emergentes, como China o India, ya no tienen mucha credibilidad. Una recesión en EEUU se transmitiría al resto del mundo como consecuencia lógica de la mayor integración e interdependencia económica que conoce la historia. No en vano el mercado de EEUU supone el 20% de las exportaciones globales y sus bolsas representan el 40% de la capitalización mundial5.
En cualquier caso una cosa está clara: las profundas contradicciones de la economía capitalista han resurgido destrozando todas las promesas de prosperidad ilimitada y mayor cohesión social. La clase dominante de todos los países mira con desconcierto el futuro, mientras afila el cuchillo sobre la garganta de los trabajadores, la juventud y los sectores más desprotegidos de la sociedad. El mundo se encuentra trastornado, ante el umbral de cambios decisivos, y la clase obrera debe prepararse para ellos. Una perspectiva que también es compartida por los estrategas más perspicaces del capital. No en vano el premio Nobel de economía, Paul A. Samuelson, ha señalado en un artículo reciente6: "Ojalá tus hijos vivan tiempos interesantes'. Estas palabras eran una antigua maldición, no un deseo de buena voluntad: las guerras y las revoluciones son épocas apasionantes. Una prosperidad prudente y pacífica es muy aburrida. Y así pareció evolucionar la macroeconomía entre 1980 y 2005, tanto en Estados Unidos como en todo el mundo. Qué engaño".

Notas

1. La crisis económica mundial se profundiza ¿Pirómanos apagando un fuego?, en El Militante 212, enero 2008.
2. El Ibex 35 ha cerrado el peor mes de enero desde su creación en 1992, con una caída del 12,87% hasta los 13.229 puntos, en línea con la media europea. El Dax alemán lidera el resbalón de enero, con una bajada del 15,07% y el CAC 40 francés ha caído un 13,26%. La Bolsa estadounidense pierde cerca del 6%.
3. Una de las razones que se aducen para explicar el descalabro bursátil del lunes 20 de enero es la crisis de las llamadas Monoline,  las grandes aseguradoras de bonos. Empresas como MBIA, Ambac Financial o ACA capital, que aseguraron los paquetes de deuda y emisiones de bonos de alto riesgo de los bancos norteamericanos, puede que no tengan liquidez suficiente para responder a sus compromisos. Según agencias de calificación como Standard & Poor's y Moody's el riesgo al que están expuestas estas compañías se podría acercar al medio billón de dólares. Estas cifras dan una idea de la infección del conjunto del mercado financiero que, montado en la ola gigantesca de la especulación, transformó los pasivos, es decir los paquetes de deudas, en activos que se cotizaban al alza. Ahora la burbuja ha estallado y sus consecuencias amenazan con hacer más profunda y duradera la crisis.
4. Los resultados de los bancos norteamericanos son elocuentes. Merrill Lynch ha admitido unas pérdidas de 5.320 millones de dólares; Citigroup perdió en el último trimestre 6.620 millones de dólares, ha registrado una caída de sus beneficios de un 83% en 2007 y ha anunciado el despido de 21.000 trabajadores.
5. Como ha quedado claro en el reciente Foro de Davos, Oriente no puede compensar la crisis de occidente, puesto que EEUU consumió el año pasado 9,5 billones de dólares (6,5 billones de euros), seis veces más que China e India juntos.
6. Bush y las actuales tormentas financieras, (El País, 28 de enero de 2008).

EEUU se desliza hacia la recesión. ¿Quién es el siguiente?

EEUU se desliza hacia la recesión. ¿Quién es el siguiente?
 
escrito por Mick Brooks   

martes, 18 de marzo de 2008
 
El mes pasado 100.000 trabajadores del sector privado norteamericano perdieron sus empleos. Es el tercer mes consecutivo en el que aumentan las cifras de desempleo. Extrañamente, la tasa actual de desempleo pasó del 4,9 al 4,8 por ciento, esto es debido a que 450.000 personas han dejado de "buscar empleo" y por tanto han salido de las cifras. Es bueno saber que no sólo el gobierno británico maquilla los datos.

La crisis financiera está empeorando la recesión que se avecina. La crisis comenzó con el escándalo de las hipotecas sub-prime, gente sin ingresos, sin empleo y sin bienes a quienes se les ofrecían hipotecas que posiblemente no podrían pagar. Con frecuencia comenzaban pagando intereses bajos que de repente subían una vez habían picado el anzuelo. Esta trampa sólo era posible debido a la atmósfera febril de la burbuja inmobiliaria, donde se extendió la ilusión de que los precios inmobiliarios podrían seguir subiendo eternamente. Pero todo lo que sube debe bajar.

Estas hipotecas sub-prime o basura se dividían y repartían con otros activos financieros que se vendían en todo el mundo como pedazos de papel que darían al propietario un beneficio. Bueno para algunos. El problema es que los propietarios de las hipotecas sub-prime no pueden pagar y están siendo desahuciados, prácticamente en millones. Así que estos pedazos de papel no tienen valor y el escándalo de las sub-prime se ha globalizado alcanzando a continentes no relacionados con el timo.

La crisis de las sub-prime hizo dos cosas. Pinchó la burbuja inmobiliaria, que ha estallado definitivamente. Ahora los precios inmobiliarios están bajando, en algunos casos un 15 por ciento. El mercado inmobiliario ha colapsado. Desde el inicio de la crisis el verano pasado, 250.000 trabajadores de la construcción han perdido sus empleos. El año pasado hubo 1,5 millones de embargos hipotecarios y esa cifra empeorará. Cada trabajador de la construcción parado es un "consumidor" que no podrá comprar un nuevo automóvil. Cada trabajador del automóvil parado es alguien que no podrá trasladarse a una nueva casa.

La segunda consecuencia de la crisis de las sub-prime es una contracción del crédito. Los bancos han utilizado los pedazos de papel basados en hipotecas poco fiables en activos sobre los que se podía dar dinero. Ahora el préstamo se ha terminado. Los bancos son reticentes a prestarse dinero entre sí o a prestamistas potenciales. El Banco Central ha respondido reduciendo los tipos de interés al 3 por ciento comparados con el 5,25 por ciento del verano pasado, y hay posibilidades de que los reduzcan de nuevo. Como el tipo de interés es inferior a la inflación, en realidad, están pagándote por prestarte dinero. Pero como decía Keynes: "puedes conseguir un pedazo de cuerda, pero no puedes avanzar con el pedazo de cuerda". Lo que quería decir es que subir los tipos de interés puede ser efectivo en contener el crecimiento capitalista sobrecalentado, pero reducir los tipos de interés cuando ya están muy bajos no tiene demasiado efecto a la hora de reflotar la economía.

Están haciendo lo que pueden, pero no es suficiente. A pesar del chiste de que sólo dos personas en EEUU no saben que el país está en recesión, Bush y el responsable de la Reserva Federal, Bob Bernanke, están intentando evitar que el capitalismo se desacelere y se pare. George W. Bush ha anunciado una reducción de impuestos superior a los 150.000 millones de dólares para reanimar la economía. ¿Pero qué utilidad tiene la reducción de impuestos si no consigues un empleo? Este tipo de medidas parece que no funcionan.

Pero los recortes de tipo de Bernanke están teniendo un efecto, sobre los mercados de cambio extranjeros. Los especuladores tienen la posibilidad de poner su dinero en dólares o en cualquier otra parte. Si EEUU ofrece un tipo de interés bajo entonces se llevarán el dinero a otra parte. Eso es lo que ha conseguido Bernanke. El dólar ha alcanzado los niveles más bajos de todos los tiempos en los mercados de divisas. Eso abarata las mercancías norteamericanas y las hace más competitivas en el extranjero. Pero las importantes son más caras y alimentan la inflación. Eso es lo que está golpeando al consumidor estadounidense y que ha sido la fuerza motriz del crecimiento económico en todo el mundo durante los últimos cinco años. Nada más. El consumo en EEUU se ha basado en la burbuja de los precios inmobiliarios que ha estallado de una vez por todas.

La crisis pasó de las hipotecas sub-prime a una contracción del crédito. Como los bancos recelan de estos pedazos de papel entonces han dejado de prestarse dinero entre ellos, ha ocurrido lo mismo con los consumidores. Ahora la Reserva Federal está dando dinero para los préstamos a los bancos comerciales (el llamado Term Auction Facility (TAF)), concretamente 100.000 millones de dólares el viernes para facilitar el préstamo interbancario. El lunes doblaron esa cantidad a 200.000 millones de dólares. ¡Pánico! Los bancos necesitaban dinero para purgar sus portafolios de sub-prime tóxicas. El gigante Citigroup ha anunciado que cancelará otros 18.000 millones de dólares en deudas malas.

Igual de espeluznante es lo que está ocurriendo en los mercados de mercancías. El índice de precios de las mercancías ha subido un 288 por ciento en seis años, a fecha de febrero de 2008. En cuanto a la energía, los precios subieron un 358 por ciento. Parece que será un aumento a largo plazo en la demanda de mercancías y energía, y ha escapado al control del gobierno norteamericano. Casi un tercio de la demanda extra de petróleo procede de China. Tim Bond escribía lo siguiente en el Financial Times del 6 de marzo:

"Los mercados financieros requieren una recapitalización del sistema bancarios, se calcula que va desde los 300.000 a los 2 billones de dólares. En cambio, las posibles necesidades de capital en los mercados empequeñecen con las necesidades actuales del sistema bancario. Según la Agencia Internacional de la Energía, el sector energético global por sí solo necesita 22 billones de dólares en las próximas dos décadas para satisfacer el aumento anticipado de la demanda de energía primaria... Es de prever la escala de la respuesta ante cada una de estas crisis en proporción inversa a sus respectivas magnitudes. En EEUU, la contracción del crédito ha provocado un paquete fiscal instantáneo de unos 168.000 millones de dólares, o lo que es igual, un 1,2 por ciento del PIB nominal. Por otro lado, la última asignación al presupuesto anual de gasto en energía renovable es de sólo 1.720 millones de dólares, el 0,01 por ciento del PIB".

El capitalismo nos ha llevado al borde del desastre, necesitamos un plan para el futuro y eso significa un cambio de sistema.

Nouriel Roubini fue despedido como futurólogo profesional, pero sus predicciones han demostrado ser muy acertadas. Ve un "aumento de la rentabilidad del resultado financiero catastrófico". Paso uno, es la peor recesión inmobiliaria en la historia norteamericana. Sugiere que los precios inmobiliarios caerán un 20-30 por ciento, evaporando 4-6 billones de la riqueza familiar. Paso dos, son las pérdidas de las hipotecas sub-prime. Paso tres, la contracción del crédito se extiende al crédito al consumo. Paso cuatro, es el crash de las monolines. Monoline es el nombre que se da a las personas que aseguran los bonos de los proyectos gubernamentales locales. Suena seguro y aburrido. Las financieras monolines han perdido miles de millones de dólares. Si se quiere un pequeño ejemplo basta con ver al Cheltenham Gold Cup.

Ahora todo eso está ocurriendo ante nuestros ojos. Roubine entonces señala las etapas adicionales de la debacle financiera: el colapso del mercado de la propiedad comercial, un banco caerá y se producirá una oleada de impagos empresariales. Todo eso va a pasar: "Las pérdidas totales del sistema financiero sumarán más de 1 billón de dólares y la recesión será más prolongada y severa". Los pensamientos de Roubini ya no parecen tan lunáticos. Los economistas de Goldman Sachs ahora están de acuerdo con él. Pertenecen a la corriente principal de las grandes empresas y pueden tener unas posibles pérdidas totales de 1.156 millones de dólares.

Cuando todos los comentaristas capitalistas se vuelven todos insufriblemente apocalípticos, entonces sabes que algo va realmente mal en su sistema.

Un más tarde regresó Roubini. Hizo algunas sumas más. Hizo unos cálculos verosímiles, ahora dice que las pérdidas totales podrían ser de 3 billones de dólares. Martin Wolf estudió esta "ascendente subasta de escenarios espeluznantes en el Financial Times del 11 de marzo con una mezcla de pavor y consternación. Y comenta lo siguiente:

"Unas pérdidas de 2-3 billones de dólares descapitalizarían el sistema financiero. El gobierno tendría que acudir en su rescate. La manera más plausible de hacerlo es a través de la nacionalización de todas las pérdidas".

Es de destacar que los representantes de la burguesía no tienen ninguna objeción ideológica a la nacionalización. Todos están a favor de que las pérdidas pasen a ser propiedad de la nación, siempre y cuando los beneficios sigan en sus bolsillos.

Y continúa:

"Aunque el gobierno norteamericano pueda permitirse aumentar su deuda más de un 20 por ciento del PIB para hacer eso, esa decisión tendría enormes ramificaciones. Tendríamos la crisis financiera más grande desde los años treinta. Sería un acontecimiento política que haría época".

¿Podría ocurrir este acontecimiento? Seguro que sí. El capitalismo está fuera de control. Esta situación no sólo ocurre en EEUU. La alarma y la consternación que ha provocado cada mala noticia procedente de EEUU en Tokio, Londres y Shanghái, demuestra que (como ya hemos dicho en otros artículos) la idea de que el resto del mundo puede desacoplarse y escaparse de los problemas económicos en EEUU es una fantasía. Incluso si el capitalismo no cae y es aplastado en este momento, siempre será una amenaza para el bienestar y la felicidad de los trabajadores de todo el mundo. Es un buen momento para librarse de él.
1929: ¿Podría ocurrir de nuevo?  
 
escrito por Mick Brooks   

jueves, 20 de marzo de 2008

Este artículo fue escrito con motivo del setenta aniversario del crack de Wall Street en 1929. No pretendía ser simplemente un artículo conmemorativo o histórico, fue escrito porque, para los marxistas, entonces estaban presentes todos los síntomas de lo que presuntamente sería la preparación de otra "corrección". En 1998, colapsó el Long Term Capital Management, con unas pérdidas de 4.600 millones dólares en cuatro meses. LTCM era un fondo de alto riesgo. Los detalles de sus actividades eran arcanos, pero en esencia se trataba de la misma práctica que en 1929 se denominaba "comprar con margen". En otras palabras, apostar con el dinero de otras personas. Estas prácticas eran muy admiradas en las altas finanzas. Dos de sus operadores, Myron Scholes y Robert C. Merton, ganaron en 1997 el Premio Nobel de Economía. Sus escritos económicos son toda una serie de fórmulas matemáticas. Sin embargo, el destino de LTCM demuestra que aportaron poco a la suma de la felicidad humana. Pero después de todo tampoco esa fue nunca su intención.

A finales de los años noventa, el mundo experimentó el auge de la nueva tecnología, el equivalente directo del boom de la tierra en Florida durante los años veinte. Muchas de las empresas puntocom nunca hicieron un céntimo. Los comentaristas económicos hablaban del "nuevo paradigma", exactamente como en los años veinte los especuladores hablaban del boom bursátil. "En esta ocasión es diferente. Esta vez durará para siempre". Pero los marxistas desde hace mucho insistíamos en que no había cambiado nada fundamental. Bajo el capitalismo la recesión sigue al boom.

Estábamos aislados del instinto de horda de los columnistas y entusiastas que rápidamente se unieron a la nueva fiebre del oro. A ellos no les gustaría que se volvieran a publicar sus efusivos artículos. Nosotros no tenemos nada que ocultar, estamos orgullosos de nuestros análisis.

En el año 2000 colapsó la burbuja de las puntocom. El "nuevo paradigma" se olvidó totalmente en medio del pánico. Las acciones tecnológicas bajaron hasta valer sólo un 6 por ciento del valor total, incluso antes del estallido de la burbuja. Pero arrastró consigo los precios de las acciones que continuaron bajando durante todo el año 2003. También está el punto discutible de si el colapso de la nueva economía fue el desencadenante de la recesión en la economía real en el año 2001.

Volvemos a publicar este artículo ahora. Finalmente ha estallado la burbuja de las hipotecas sub-prime. La crisis financiera ya ha tenido repercusiones en los bancos a través de la contracción del crédito. El mundo capitalista está en el umbral de una recesión. El análisis marxista del capitalismo ha sido reivindicado. Ahora la clase obrera necesita aplicar el programa del marxismo para acabar de una vez por todas con el sistema capitalista.


 

En vísperas del gran colapso de la bolsa en 1929, un periodista preguntó a un especulador cómo se hacía dinero en el mercado y esta fue su respuesta:

"Un inversor compra General Motors a 100$ (quiere decir una acción de GM), se la vende a otro a 150$ y éste a su vez la vende a un tercero a 200$. Todo el mundo hace dinero".

Parece pura magia, por lo menos mientras funciona. En un mercado alcista como el de 1925-1929 prácticamente todos los precios de las acciones subían sin cesar. En aquellos años las acciones industriales de EEUU triplicaron su precio.

Ocurrió de nuevo en 1982 cuando el índice Dow Jones alcanzó los 1.000 puntos. Ahora se encuentra casi en los 11.000. Durante casi todo ese período los "inversores" se podían sentar y ver como aumentaba su dinero más de un 15 por ciento al año.

A finales de 1928, el Presidente Coolidge veía la economía norteamericana con una pasmosa complacencia: "Ningún Congreso de EEUU hasta ahora que haya analizado el estado de la Unión, se ha encontrado con una perspectiva más satisfactoria que la que aparece en estos momentos. En el terreno doméstico hay tranquilidad y satisfacción... y el récord mayor de años de prosperidad".

Hoy, como en 1929, los expertos aseguran que "los fundamentos del mercado son sanos". Pero los marxistas creemos que todo lo que sube tiene que bajar.

Para comprender las aparentemente misteriosas oscilaciones de la bolsa hay que regresar a lo básico. La base del sistema capitalista es la obtención de plusvalía (trabajo no pagado) de la clase obrera en el proceso de producción. Los capitalistas poseen los medios de producción principalmente en forma de acciones. Una acción de una empresa es un simple pedazo de papel que da derecho a su propietario a dividendos regulares. Un dividendo de una acción es, por tanto, sólo la parte de los beneficios de la empresa que se paga a los accionistas. Ese dividendo en última instancia es sólo una parte del trabajo no pagado a la clase obrera.

A menudo las acciones de una empresa que cotiza en bolsa pasan de mano en mano. La empresa no obtiene en este proceso nada del precio de venta de la acción. Si yo compro una acción Ford de segunda mano, Ford no consigue más beneficios que si yo compro un coche Ford de segunda mano, aunque sí es verdad que la emisión de nuevas acciones se puede utilizar para financiar nueva inversión. Pero desde la Segunda Guerra Mundial ésta ha sido una fuente insignificante de inversión financiera, sobre todo en los países anglosajones. Los fondos principales proceden de fondos reinvertidos o de préstamos bancarios. Desde hace algunos años en este país, Gran Bretaña, el capital social en acciones ha sido una fuente negativa de las finanzas empresariales, las empresas en realidad han reducido el dinero gastado en recomprar sus propias acciones.

Las acciones son sólo pedazos de papel coloreado con el que se comercia en las bolsas. ¿Cómo consiguen los especuladores su valor? Uno de los motivos para poseer una acción es el cobro de un dividendo. El precio de una acción se espera que refleje la rentabilidad futura que se espera para esa empresa. Si los beneficios previstos son mayores, entonces el precio de la acción subirá y los especuladores acumularán acciones. Así es como se hincha la burbuja, los especuladores consiguen dinero de dos maneras: de los dividendos y del aumento del precio de sus acciones. Después tenemos la situación interesante donde las acciones suben porque la gente las compra y lo hacen porque el precio de las acciones sube

El instinto de horda de los comerciantes puede producir prisas y pánico. En el fondo, la salud de la bolsa es un reflejo de la rentabilidad de la economía real, incluso aunque puede haber momentos de retroceso y avance antes de que las tendencias de la economía real finalmente se dejen sentir en los parqués bursátiles.

Cuando ha comenzado un mercado alcista salen a la luz los "espíritus animales" (como los llamaba Keynes) de los empresarios. Todo el mundo quiere participar cuando la situación está bien. El resultado natural es una orgía de estafas. Esta es una señal de que el boom está en su cúspide y era considerada como una etapa natural del ciclo en el libro clásico de Kindelberger: Manias, panics and crashes [Manías, pánicos y cracs]. En los años veinte, el boom de la tierra en Florida hizo subir el precio de un pedazo de tierra de 1.500 dólares en 1914 a 1,5 millones de dólares en 1926. ¡Daba igual que la tierra en cuestión fuera un cenagal! (Ese pedazo de tierra después del colapso inevitable y espectacular de los precios del suelo aún hoy en día no ha recuperado el precio de 1926).

El colapso

Antes y después se han producido otros booms especulativos. Los capitalistas que participan no son estúpidos, pero su sistema sí es estúpido. Como señalaba Chicago Tribune en 1890: "En la ruina provocada por todos los booms colapsados, se encuentra el trabajo de hombres que compraron propiedad a unos precios que sabían eran perfectamente ficticios, pero estaban dispuestos a pagar ese precio simplemente porque sabían que encontrarían a otra persona loca por arrebatarles la propiedad de sus manos y  con ello conseguirían un beneficio". Los inversores habituales recordarán que en el ciclo actual ya hemos ido más allá de esa etapa, como demuestra lo que se ha pagado al Long Term Capital Management, un fondo de alto riesgo misterioso pero poderoso.

Igual que en los años veinte, el período actual ha creado personajes similares a Calvin Coolidge convencidos de que los buenos tiempos durarán para siempre. Ahora se trata del "nuevo paradigma" ¾toda una era de auge capitalista¾. Los más viejos saben que cuando empiezan a aparecer estas ideas es el momento de vender. Samuel Brittan ha escrito un par de artículos hace poco en The Financial Times, en los que ataca el nuevo paradigma. La unidad de análisis económico del HSBC, el anterior Banco de Midland, dice los siguiente: "Prácticamente todos los indicadores económicos de EEUU que hemos analizado se encuentran con la luz roja encendida (...) Cuando la burbuja estalle va a ser imposible un aterrizaje suave". El Financial Times hace referencia indirecta a cuando en agosto publicaron una serie de artículos sobre la obra clásiva de Charles Mackay: ¿Desilusiones populares extraordinarias y la locura de las multitudes?

La manipulación de acciones y la prisa por comprar va más allá de la capacidad de la economía real para satisfacer la prosperidad de las clases superiores. Cuando el boom de las acciones está en su cima, los especuladores se parecen a unos muñecos de dibujos animados que corren sobre y precipicio inconscientes de lo que hay debajo. Pero la ley de la gravedad finalmente se impondrá y caerán. El crack les pone con los pies en la tierra.

El hundimiento

Cuando ha llegado el momento, como veremos, un fracaso o movimiento secundario pueden acabar con el boom. Entonces llegamos a otra situación interesante, donde los especuladores se apresuran a vender sus acciones porque éstas bajan, y siguen bajando precisamente porque sus dueños las venden. Se inicia una espiral donde el boom se convierte en su contrario.

Analistas económicos serios han intentado explicar que el crack de Wall Street estuvo provocado por el Departamento de Bienes Públicos de Massachusetts, cuando prohibió a Boston Edison dividir sus acciones 4-1, esta empresa que generaba su electricidad de las "acciones de agua" [inversión en los gastos futuros de agua]. Otros han culpado a la bancarrota en septiembre del Clarence Hatry Group, que fabricaba máquinas expendedoras, en Gran Bretaña. Si un acontecimiento como éstos es capaz de producir una depresión tan devastadora en todo el mundo, que culminó con el ascenso de Hitler y la Segunda Guerra Mundial, entonces no habría prueba mayor de la irracionalidad del capitalismo, pero sin duda nos encontramos ante una explicación superficial de la cuestión. Las polémicas entre los capitalistas por los distintos motivos de las ruinas no son otra cosa que una característica permanente del capitalismo. Hurgando en estas explicaciones, Galbraith echa la culpa a la confianza. "El primer acontecimiento que provoca estas dudas no lo conocemos es, pero nada es más importante que lo que conocemos". La realidad es que estos incidentes como mucho son los primeros destellos de la crisis, pero no su causa principal.

Después está la teoría de que el crack fue una manifestación de pánico. El libro de Galbraith, El crack de 1929, trata fundamentalmente de Wall Street no de la economía real. Describe el ambiente en las bolsas el jueves 24 de octubre: "Ese día cambiaron de mano 12.894.650 acciones, muchas a unos precios acababan con los sueños y esperanzas de aquellos que las habían poseído... El pánico no duró todo el día. Fue un fenómeno de las primeras horas de la mañana... la incertidumbre hizo que la gente tratase de vender cada vez mas. Otros, incapaces de responder a los márgenes complementarios, vendían. A las once y media el mercado se habían rendido al temor ciego e implacable. En realidad se trataba de pánico". Pero el pánico estaba ligado al colapso de los beneficios de las empresas cuyas acciones se estaban hundiendo. La psicología de las masas es utilizada a menudo por aquellos que no son capaces de explicar los acontecimientos anteriores al Martes Negro de octubre de 1929. En septiembre, los mercados ya habían iniciado su camino a la deriva y el año anterior ya se habían producido dos ataques de pánico. Los espíritus animales y el instinto de horda pueden explicar por qué las acciones suben por encima de las posibilidades objetivas de hacer dinero de la clase obrera. Octubre de 1929 demostró que también podía haber un crack, pero este tipo de actitudes simplemente amplifican los vaivenes de una economía basada en el beneficio.

Otra explicación del crack fue el fenómeno conocido como margen comercial. En los años veinte, para los especuladores era algo común comprar una pequeña fracción del valor nominal con dinero contante y sonante, el resto se pedía prestado. En un mercando ascendente ¿cuál era el problema? En tres meses la acción valdría más. Este proceso suena muy arcano, pero no se diferencia mucho de comprar fiado al tendero. Es el crédito. Para ser más exactos, se trataba de apostar con el dinero de otros. Es el equivalente a pedir dinero prestado a un banco para apostar por un perro en una carrera, mientras gane no hay problema, podremos seguir pagando al banco y apostar, pero si no lo hace....

La diferencia con Wall Street en 1925-1929 era que todos los perros ganaban, así es como la bolsa llega a un mercado alcista. Pero lo interesante llega cuando de repente todos los perros comienzan a perder sin razones aparentes y, en ese momento, todas las acciones empiezan a bajar, entonces se entra en los que se denomina un mercado a la baja. Esto es lo que ocurrió en octubre de 1929.

La catástrofe

 

La ‘explicación' del margen comercial tampoco explica porque de repente aparece la tendencia contraria. En tal caso, ayuda a explicar porque el revés fue tan catastrófico y generalizado. Explica por qué los corredores de bolsa se arrojaban al río Hudson con nada en el bolsillo excepto los márgenes complementarios.

El margen comercial significaba apostar con el dinero de otras personas, lo que hizo fue arrastrar a capas más amplias a la derrota, extender el colapso de la bolsa al resto de la economía y empobrecer a muchas personas de repente. Jugar con el dinero de otros es una característica general de las finanzas capitalistas. Es lo que se llama apalancamiento. El fondo de alto riesgo Long Term que colapsó hace casi un año es un ejemplo de esta situación. Así es como hacen su dinero los fondos de alto riesgo y por eso nos importa cuando fracasan.

Sería un error dar excesiva importancia a las "explicaciones" que ofrecen los magos de las altas finanzas. "La dificultad con la que chocan todas estas líneas de razonamiento es que no pueden explicar la velocidad con la que se produce el colapso de la producción, y el hecho de que éste comenzara mucho antes del crack bursátil. La producción industrial cayó de 127 en junio a 122 en septiembre, 117 en octubre, 106 en noviembre y 99 en diciembre. Concretamente, la producción automovilística descendió de 660.000 unidades en marzo de 1929 a 440.000 en agosto, 416.000 en septiembre, 319.000 en octubre, 169.500 en noviembre y 92.500 en diciembre".

El crédito

Ninguna teoría sobre la oferta monetaria o cambios autónomos del gasto, con o sin declive bursátil, es útil tampoco para explicar estos vaivenes tan precipitados, para eso hay que recurrir a la anticuada teoría de "la inestabilidad del sistema crediticio". Esta frase proviene del clásico de Kindelberger: Manías, pánicos y crack, en él polemiza con los monetaristas convencionales y las explicaciones keynesianas de la recesión. Aunque sería necesario hacer una corrección a esta última frase, en realidad lo que necesitábamos es la anticuada teoría de la inestabilidad del sistema capitalista, que comienza con su potencial de generar beneficios. Observando los principios básicos vemos que los beneficios industriales fueron de un 156 por ciento entre 1924 y 1929. Pero las acciones industriales triplicaron su valor en el mismo período. En 1929 el sistema había agotado su capacidad de mantener el nivel de beneficios alto y la bolsa se mantenía suspendida en el aire.

Kindelberger tiene razón al plantear el papel del crédito, aunque no lo ve en su contexto social más amplio. Qué recién llegado al marxismo no ha suspirado con irritación al abrir El Capital y encontrarse con una discusión aparentemente sin sentido sobre como en una mercancía el trabajo privado se presenta como su contrario: trabajo social. Pero lo que Marx intenta es demostrar la existencia de una división del trabajo, pero en una mercancía, la economía capitalista no reconoce nuestra dependencia mutua. En los años veinte ya existía una división mundial del trabajo bien definida, EEUU producía la mayoría de los coches del mundo mientras Malasia se especializaba en la exportación de estaño y caucho. Necesitamos estaño para las soldaduras de las juntas y para otros usos en la producción de coches. Cualquier ingeniero podría saber cuanto estaño necesitamos para fabricar un coche y cuanto para 660.000 coches (la producción norteamericana en marzo de 1929). Más sencillo aún sería calcular el caucho necesario para fabricar un neumático. Pero bajo el capitalismo nadie hace estos cálculos, algo que sí ocurriría en una economía planificada. Nadie sabe cuanto estaño o caucho son necesarios para la producción mundial de choches. En una economía global dominada por la producción de mercancías, los capitalistas individuales aran solos sus surcos preocupados sólo por hacer dinero.

Pero cuando las fábricas de coches comienzan a despedir trabajadores, en diciembre de 1929 sólo se producían 92.000 coches, aparecen las malas noticias para los trabajadores del estaño y el caucho de Malasia. La pequeña dificultad local de Detroit se convierte un crack global. Eso es lo que consigue el crédito, generalizar los problemas locales de la misma forma que generaliza la prosperidad local. Todos estamos en el mismo carro, lo sepamos o no. El crédito es una de las formas a través de las cuales todos entramos en el engranaje de la economía mundial. Es una manera de establecer la división global del trabajo a espaldas de los participantes.

El economista Thomas Wilson tenía razón cuando advertía que la recesión en el mercado "reflejaba por lo general un cambio que ya era aparente en la industria". El colapso financiero a su vez afectó a los cimientos. En 1929 un millón y medio de personas tenían acciones y estas pocas personas fueron las más afectadas por el Martes Negro. Por supuesto, como los ciudadanos corrientes que habían perdido todo, tuvieron que ajustarse el cinturón y reducir sus gastos, entre otras cosas no podrían comprarse un coche nuevo cada año, en realidad, lo más probable es que tuvieran que vender el modelo existente para poder tapar su agujero financiero. La oferta de coches casi nuevos y baratos al mismo tiempo reducía aún más el mercado de coches nuevos y los empleos de los trabajadores automovilísticos. Este cúmulo de malas noticias pronto llegó a Malasia. La lección de 1929 fue que todos estamos juntos en esto. La crisis comenzó en la economía real, no en Wall Street. El crack lo que consiguió es empeorar las cosas en la industria norteamericana, pero también en el resto del mundo donde se producían e intercambiaban mercancías.

La espiral descendente afectó a la producción, al comercio y al dinero. En 1932 había 15 millones de parados en EEUU, de una fuerza laboral de 45 millones. A principios de 1933, la renta nacional norteamericana había caído un tercio. El comercial mundial ese año fue un tercio menor que su nivel de 1929. Alemania fue uno de los países que sufrieron con mayor dureza el crack bursátil y la posterior depresión. Si la producción industrial en 1929 era de 100, en 1932 sólo era de 53. Esa estadística y el fracaso de los dirigentes obreros para dar una respuesta a la crisis llevaron directamente al ascenso de Hitler.

La quiebra de los bancos

 

La mayoría de la gente guarda su dinero en los bancos. Si pierden su dinero demasiados, entonces los bancos colapsan. Durante este período, en EEUU cerraron 9.000 bancos. Los bancos se encontraron atrapados por las hipotecas que habían concedido a los granjeros y que ahora  golpeados por la crisis no podían pagar, al caer los bancos también lo hacían la mayoría de las personas que tenían su dinero depositado en ellos.

En Austria, en 1931, el banco Kredit Anstallt, cargado de deudas colapsó y profundizó aún más la oleada de bancarrotas en toda Europa. En Gran Bretaña, el colapso del Kredit Anstallt provocó un ataque de los especuladores sobre la libra esterlina. El Tesoro exigió al gobierno laborista de Ramsay MacDonald que mostrara responsabilidad ante los financieros internacionales reduciendo el gasto público, es decir, los salarios de los profesores y las pagas de los militares. Hoy esta medida se denominaría Programa de Ajuste Estructural. El gobierno laborista se escindió, fue expulsado y sustituido por un gobierno de unidad nacional, que incluía a los renegados laboristas, llegó a poder para pisotear a la clase obrera. Las repercusiones políticas del crack y la recesión que le siguió fueron enormes, cambiaron la faz del planeta.

A la pregunta ¿ocurrirá de nuevo?, la respuesta no debe ser sí o no, sino cuando. Las malas noticias de 1929 sobre los mercados alcistas son: cuanto más grandes son estos mercados más duras serán las caídas.

UN POQUITO DE MUSICA

TRABAJADORES DE NISSAN PROTESTANDO

LEOPOLDO ABADIA LA CRISIS NINJA

CRISIS COMEDORES SOCIALES

Informe Semanal - Familias en Quiebra

Informe Semanal - Familias en Quiebra 2

Informe semanal : El fin del Boom (1/2)

Informe semanal : El fin del Boom (2/2)

PROTESTA EN WALL STREET

Walter martinez análisis crisis financiera Estados Unidos VTV

LONDRES PROTESTA CONTRA LA BANCA EN LA "CITY" FINANCIERA

EXPLICACION DE LA CRISIS

THE END

chvez canta a maisanta



ISRAEL ESTADO GENOCIDA