sábado, 3 de enero de 2009

El escenario para una dura confrontación social está abierto

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Editorial El militante

El carácter profundo de la crisis capitalista mundial, a estas alturas de la situación, es obvio e incontestable incluso para los que la negaban hace apenas unas semanas. Ciñéndonos a la situación en el Estado español los datos son también concluyentes. Cuando se escribe este editorial se acaba de conocer el dato oficial de que el paro ya alcanza a tres millones de personas, después del incremento del 6% (171.243 nuevos desempleados) en noviembre. En el Estado español se está produciendo el incremento de desempleo más acelerado de toda la Unión Europea. Según previsiones del gabinete de estudios de la Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas), recientemente publicadas, la tasa de desempleo, ahora situada en un 11,3% llegará al 15,9% en 2009 y al 18% en 2010.

La recesión es un hecho

La recesión económica ya es un hecho. A mediados de noviembre el Instituto Nacional de Estadística (INE) confirmó que en el tercer trimestre del año el PIB cayó un 0,2%, poniendo fin a quince años ininterrumpidos de expansión económica. Funcas pronostica que las caídas trimestrales del PIB  "se van a mantener al menos hasta finales de 2009", con lo que la recesión se prolongaría, según esta estimación, cinco trimestres. La previsión para el conjunto del año 2009 es de una contracción del 1,5% del PIB.
Aunque el desplome de la construcción -que continúa sin tocar suelo y que todavía no ha desplegado todas sus consecuencias negativas en el resto de sectores, incluyendo el bancario- ha sido el segmento de la economía que más ha pesado en el cambio brusco de ciclo, la crisis ya se ha extendido y arraigado en toda la economía. El informe de coyuntura económica de Caixa de Catalunya de noviembre destaca precisamente la caída del Índice de Producción Industrial (IPI): en septiembre, la reducción interanual de la producción en el sector fue del 8,8%, dato que, con el de junio (-9,2%), representa la mayor variación del IPI desde la recesión de 1993. 
Este panorama es el que está detrás de los 3.059 EREs autorizados de enero a septiembre (con más de 45.000 trabajadores afectados en todos los sectores). Aunque en porcentaje sólo son un 8% más que en el mismo periodo del año 2007, si nos referimos exclusivamente a los EREs del sector industrial la variación asciende al 73%.

Se incrementa el trasvase de dinero público al sector privado

La sucesión de datos cada vez más graves y que implican hondas repercusiones sociales, son la prueba más clara del fracaso de las medidas del gobierno para paliar la crisis. A pesar de las ingentes cantidades inyectadas en la banca, el "dinero no fluye" a los "emprendedores" y a las familias. En una huída hacia delante, el gobierno está comprometiendo más y más cantidades de dinero público, ampliando las "ayudas" a capitalistas de todos los sectores, protagonistas de una inexistente "iniciativa privada" que se supone que debería  ser el motor de la economía de mercado. 
Aquí publicamos una relación aproximada de las ayudas destinadas en los últimos meses a nuestros arriesgados emprendedores:
· Fondo para compra de activos a la banca: 50.000 millones de euros.
· Avales público para respaldar emisión de deuda de la banca: 100.000 millones de euros.
· Eliminación impuesto de patrimonio: 1.800 millones de euros.
· Rebaja impuesto de sociedades: 5.300  millones de euros.
· Aumento financiación ICO al fomento empresarial: 10.900 millones de euros.
· Ampliación financiación ICO a construcción VPO: 5.000 millones de euros.
· Fondo para financiar empresas con problemas de tesorería: 10.000 millones de euros.
Estas medidas, como las nuevas bonificaciones a empresarios, de 1.500 euros por cada contrato que realicen a parados con cargas familiares, o las ayudas para los empresarios del sector del automóvil que el gobierno anunció para enero, no están sirviendo para frenar la crisis, ni el desempleo, ni el deterioro de la sanidad y la educación pública, ni la disminución constante del poder adquisitivo de los trabajadores. Sí está sirviendo para dos cosas: para transferir una cantidad enorme de dinero público a una minoría privilegiada y para hipotecar a las futuras generaciones de la clase obrera.
Durante décadas se ha justificado con argumentos "objetivos" y "rigurosos" la necesidad de contener el gasto público para mantener las cuentas del Estado equilibradas. ¿Cuántas toneladas de tinta se han gastado para alertar sobre el excesivo gasto en desempleo, en pensiones, en universidad, etc.? Y estos mismos señores, incluyendo de manera destacada al ministro Solbes, sin ninguna transición, sin pestañear, sin ruborizarse, están dilapidando el dinero público a manos llenas para salvar el negocio de unos cuantos. Ahora parece que ya no importa el déficit público y la deuda pública, que están creciendo exponencialmente. Antes esto era "malo", ahora es "bueno". ¿Cuál es la diferencia? Era "malo" porque se trataba de aplicar la tijera a los gastos sociales, ahora es "bueno" porque se trata de salvar a los grandes empresarios y banqueros del atolladero causado por su propio sistema.

A más medidas, más problemas

Todas las medidas de salvamento del gran capital están produciendo un deterioro acelerado de las cuentas públicas. La deuda pública, que ahora está situada en el 37% del PIB, subirá según estimaciones del propio gobierno hasta el 42% el próximo año. Funcas calcula que llegará al 53% en 2010. Algunas previsiones cuantifican el incremento de la deuda pública en 500.000 millones de euros en pocos años. En cuanto al déficit público, la caída de la actividad económica ya ha tenido un efecto fulminante en la caída de los ingresos del Estado: de enero a octubre se redujeron un 17,4%. Esta situación arreciará de un modo virulento la lucha por la tarta presupuestaria. Al final, todo el dinero que se está desviando hacia la oligarquía financiera y empresarial, si no lo impedimos con la lucha, será a costa de las prestaciones por desempleo, jubilaciones, sanidad y educación. 
Desafiando la evidencia de los datos, el gobierno de Zapatero aún trata de defender su política económica como "social", presentando como medida "estrella" de turno la moratoria de la mitad de la cuota mensual de las hipotecas durante dos años para familias con dificultades. Sin embargo, aparte de dejar fuera de estas medidas a las familias de menores ingresos, que en los últimos años han suscrito hipotecas por el valor del 100% del piso, muy superior a los 170.000 euros, la moratoria no implica en absoluto una disminución de la deuda pendiente. Como mucho supondrá un alivio temporal para las familias que se acojan al plan, que volverán a una situación aún más insostenible dos años después, teniendo que hacer frente a todas las deudas acumuladas. Quien sí se podrá olvidar del problema de la deuda hipotecaria para siempre no serán las familias sino, una vez más, los banqueros, ya que en caso de impago será el Estado quien cargará con las consecuencias.
Las medidas del gobierno de Zapatero, como en general las medidas que se están tomando por parte de todos los gobiernos del mundo, no resolverán ningún problema, al contrario, crearán otros todavía más graves. El mismo Banco de España apuntaba, recientemente, que no había peor escenario que la combinación de una situación de crisis con un gran déficit público, pero es precisamente esta la perspectiva.

Nuevo escenario político

Un escenario de crisis profunda y prolongada se está consolidando. Como correctamente apunta el semanario inglés The Economist, en un artículo titulado ‘La mañana siguiente', esta situación "someterá al sistema político español, así como a su economía, a la prueba más seria desde los primeros años de su transición hacia la democracia". En otras palabras, las turbulencias en el plano económico y social se trasladarán al plano político, abriendo un nuevo periodo histórico.
El malestar social se acumula y puede encontrar un cauce de expresión en el momento y en el sitio menos pensado, pese a todos los esfuerzos -y precisamente por ellos- de contención que están haciendo los dirigentes sindicales, aferrados a su funesta política del "mal menor". La experiencia real demuestra que mientras persista el capitalismo el "mal" será siempre "mayor". La idea de una huelga general, para unificar todas las luchas y obligar al gobierno de Zapatero a un cambio radical de política, tal como defendemos desde la Corriente Marxista El Militante, conecta con el sentimiento de cada vez más trabajadores.
En los próximos años, la creciente tensión entre las clases encontrará su expresión en la crisis de las instituciones burguesas, en la división de la clase dominante, en la  crisis de los partidos obreros y de los sindicatos y sobre todo, y vinculado a estos procesos, en el surgimiento de una generación de trabajadores y jóvenes que no estarán dispuestos a presenciar pasivamente cómo su futuro se esfuma por culpa y en beneficio de una ínfima minoría de la sociedad. Serán la vanguardia en un nuevo periodo revolucionario que se abrirá en el Estado español y en el mundo entero. Este es el escenario para el que debemos prepararnos desde ya. El futuro debe ser nuestro. ¡Únete a la corriente marxista El Militante!

La economía de mercado en bancarrota. Un fantasma recorre el mundo: la depresión

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por Juan ignacio ramos

Como si despertáramos de un sueño a golpe de electroshock, la incertidumbre y el miedo se fabrican a toda máquina, con la misma rapidez e impunidad que los responsables de la hecatombe se eximen de cualquier responsabilidad. Mientras a nuestro alrededor asistimos a una destrucción de riqueza similar a la que provocaría una guerra devastadora, los gobiernos se reúnen frenéticamente y adoptan recetas que sólo sirven para confirmar lo que ya sabíamos: que el capitalismo es un sistema decrépito y que un puñado de grandes monopolios y banqueros ejercen una brutal dictadura mundial que condenará a millones de hombres, mujeres y niños al empobrecimiento y al desempleo de masas.

El monopolio del Estado en la sociedad capitalista no es más que un medio de elevar y asegurar los ingresos de los millonarios que están a punto de quebrar en una u otra rama de la industria

V. I. Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo.

La recesión europea se ha sincronizado: los quince países de la zona euro han registrado en el tercer trimestre del año una reducción del 0,2% del producto interior bruto (PIB), similar a la del trimestre anterior. La caída ha sido liderada por Alemania, que sufrió un descenso trimestral del PIB del 0,5%. Japón también ha entrado en barrena, afectado severamente por la contracción en EEUU, la UE y China, su principal cliente y cuya demanda de productos nipones se ha reducido desde mayo a menos de la mitad de 2007. En EEUU la economía se contrajo una décima en el tercer trimestre y se prevé una caída en torno al 3,5% anual, mientras se ha alcanzado la cota histórica de diez millones de parados, situando la tasa en el 6,5%, su nivel más alto en 14 años1. La realidad inapelable de la recesión global también se concreta en el comercio mundial, uno de los pilares de la expansión del último decenio, que caerá de un 4,7% este año al 1,8% en 2009.

La cumbre del G-20 no ha resuelto nada. La recesión se transformará en depresión

En medio de este marasmo, el pasado 15 de noviembre las potencias del llamado G-20 celebraron su ansiada cumbre. Los resultados tangibles de esta "refundación ética del capitalismo" no dejan de ser una estafa, una más de las perpetradas en los últimos meses. Para empezar, todos los asistentes, responsables del caos actual, han ratificado entusiastamente los planes de trasvasar billones de euros de las arcas públicas a las cuentas de resultados de la banca mundial, y lo han justificado con un argumento falaz: que la inyección de capitales a la banca garantizará la fluidez del crédito a las empresas, sobre todo a las medianas y pequeñas como siempre insisten en sus discursos, y a los particulares. Pero, ¿ocurrirá realmente esto?
Marx explicó hace casi un siglo y medio en el texto que mejor describe los acontecimientos actuales, El Capital, que el modo de producción capitalista se basa en la obtención de ganancias mediante la producción en masa de mercancías para la venta en el mercado. Sólo de esta manera se puede valorizar la plusvalía contenida en los productos; pero si la venta no se realiza la plusvalía tampoco, deteniéndose bruscamente el proceso de acumulación de capital. Ante la fortísima contracción del mercado, la inversión en bienes de capital (medios de producción) se reduce drásticamente, al igual que la inversión en capital variable (fuerza de trabajo). La paralización de la producción, que conlleva a cierres masivos de empresas y desempleo crónico, deprime a su vez la capacidad de compra de los trabajadores y el consumo se restringe con fuerza2. De esta manera toda la dinámica se agudiza: los créditos dejan de fluir, pues ningún banco quiere arriesgar préstamos a empresas y particulares en dificultades y con negocios que están cayendo; y la tasa de beneficios también se reduce, generando mucha más desconfianza y parálisis para futuras inversiones. Si a esto añadimos el lastre salvaje del endeudamiento masivo, herencia de los anteriores años de boom especulativo, la recesión se transforma en una depresión profunda y extensa en el tiempo. Y esta es, precisamente, la perspectiva que se levanta ante el mundo.
La cumbre del G-20 ha abogado por poner en marcha, de forma inmediata, "políticas monetarias y medidas fiscales para estimular de forma rápida la demanda interna, teniendo en cuenta la sostenibilidad fiscal de las economías". De hecho, en EEUU ya han decidido nuevas rebajas de los tipos de interés, y no descartan llevar los tipos a un interés cero como ocurrió en Japón en la década de los noventa. También los jefes del Banco Central Europeo (BCE), tan renuentes en un principio a la rebaja de tipos para no alimentar la inflación, han cedido. El temor a un hundimiento prolongado, y la afloración de los primeros síntomas de deflación (provocada por el colapso brusco del consumo) han empujado en esta dirección. Pero la recesión está determinada por el carácter anárquico del mercado capitalista y la propiedad privada de los medios de producción, y no se resolverá con tipos de interés más bajos porque el estrangulamiento del crédito es la consecuencia directa del desplome de la actividad económica y la montaña de deudas acumuladas, y no de los altos tipos de interés3.
Entre las medidas recomendadas por el G-20 se ha dado mucha publicidad a los programas de inversión pública, que han sido muy aplaudidos por los apóstoles del neokeynesianismo, obsesionados con idear fórmulas de ampliación de la demanda que saquen al capitalismo del actual infierno4. Se hace, pues, necesario un análisis más detallado de estos planes y su comparación con las operaciones de salvamento de la gran banca. En el caso de la UE, el paquete de ayudas públicas anunciadas el pasado 26 de noviembre ascendía a unos ¡¡200.000 millones de euros!! equivalentes a un 10% de los más de dos billones de euros que los gobiernos europeos han regalado a los banqueros. Asimismo, en EEUU, la moribunda administración Bush, en un intento desesperado de animar el consumo (que en el tercer trimestre registró el mayor descenso en 28 años), ha anunciado un nuevo paquete de 605.000 millones de euros (un 20% de lo que el Estado norteamericano lleva gastado hasta el momento en salvar bancos y otras instituciones financieras). La novedad es que este chorro de millones saldrá directamente de la máquina de hacer dinero, esto es, de un aumento colosal de la masa monetaria en circulación. Nada más anunciar este plan, la cotización del dólar cayó respecto al euro a su mínimo en un mes (1,31 dólares por euro), lo que ha evocado el tiempo de las devaluaciones competitivas de las monedas nacionales que instigaron la espiral depresiva de los años treinta. En cualquier caso, todos estos planes fueron saludados por los mercados con un nuevo colapso de las bolsas mundiales reflejando, con toda crudeza, la recesión galopante que sacude la economía real.


Expropiar la banca y los monopolios sin indemnización

¿De dónde saldrá toda esta montaña de dinero público para financiar los planes de salvamento bancario? La respuesta es obvia: de aumentar el déficit con operaciones de deuda pública e impresión de papel moneda (o lo que es lo mismo procediendo a devaluaciones encubiertas) y, por supuesto, recortando salvajemente los gastos en seguro de desempleo, educación, sanidad pública y equipamientos sociales. 
Ningún gobierno está señalando un hecho que tendrá una trascendencia histórica: los desembolsos estatales para salvar al capitalismo se convertirán en una deuda de proporciones inconmensurables que será pagada con la sangre y el sudor de la actual generación de trabajadores y de las venideras. En los próximos años ya no serán los bancos los que estén en peligro de quiebra, sino los propios Estados. 
Los capitalistas y sus gobiernos han decidido que el Estado debe poner todos sus recursos a disposición del capital para garantizar sus sagrados beneficios. Esto en sí mismo es una confesión de la absoluta bancarrota del sistema capitalista. La propiedad privada de los medios de producción y el Estado nacional han dejado de cumplir cualquier papel progresivo en la era del mercado mundial: son un obstáculo formidable para el desarrollo de las fuerzas productivas y de la civilización. Superar este impasse exige liberar a la economía de la opresión asfixiante de la gran banca y los grandes monopolios, mediante su expropiación sin indemnización, y poner la riqueza del mundo bajo el control democrático de los trabajadores. Solo la economía planificada sobre bases socialistas puede acabar con el actual caos, el derroche y el sacrificio innecesario de riquezas formidables que podrían resolver las necesidades de la humanidad y abrir un horizonte de progreso armónico. Como Federico Engels señaló: "Si las crisis descubren la incapacidad de la burguesía para seguir administrando las modernas fuerzas productivas, la transformación de las grandes organizaciones de producción y cambio en sociedades anónimas y en propiedad del estado muestra que la burguesía no es ya imprescindible para la realización de aquella tarea. Todas las funciones sociales de los capitalistas son ya desempeñadas por empleados a sueldo. El capitalista no tiene ya más actividad social que percibir beneficios, cortar cupones y jugar a la bolsa, en la cual los diversos capitalistas se arrebatan los unos a los otros sus capitales (...) Pero ni la transformación en sociedades anónimas ni la transformación en propiedad del Estado suprimen la propiedad del capital sobre las fuerzas productivas. (...) El estado moderno, cualquiera que sea su forma, es una maquinaria esencialmente capitalista un estado de los capitalistas: el capitalista total ideal. (...) La propiedad estatal de las fuerzas productivas no es la solución al conflicto, pero lleva ya en sí el medio formal, el mecanismo de la solución. Esa solución no puede consistir sino en reconocer efectivamente la naturaleza social de las modernas fuerzas productivas, es decir, en poner el modo de apropiación y de intercambio en armonía con el carácter social de los medios de producción. Y esto no puede hacerse sino admitiendo que la sociedad tome abierta y directamente posesión de las fuerzas productivas que desbordan ya toda otra dirección que no sea la suya..."5.

NOTAS

1. La situación en los llamados países emergentes es igual de deplorable: En Europa del Este y la costa del Báltico las bancarrotas amenazan a países enteros (Hungría, Rumania, Letonia, Estonia), por no hablar de los países escandinavos. Islandia ha tenido que nacionalizar todo su sistema bancario en medio de la mayor suspensión de pagos de su historia, mientras Dinamarca y Suecia ya están en la senda de la recesión). En lo que respecta a China y la India, sus economías, que habían sido consideradas como la gran esperanza para evitar una depresión del sistema, se hunden cada día un poco más. 
2. La destrucción de empleo se extiende a todos los sectores y en todos los rincones del mundo. El sector del automóvil está en plena implosión. General Motors, Chrysler o Ford, podrían presentar expedientes amenazando con la destrucción de millones de puestos de trabajo. Mitsubishi Motors planea recortar la producción en las cinco plantas que tiene en Japón y prescindir además de un millar de empleados. Volvo ha presentado un expediente de 4.000 despidos. Citigroup ha anunciado el despido de 50.000 trabajadores. Basf, la mayor química del planeta, parará la producción de 80 fábricas en todo el mundo y reducirá la actividad en otras 100, con lo que se verán afectados unos 20.000 de sus 95.000 empleados. Philips, recortará 1.600 empleos de su División Médica (el 5% de sus 32.000 trabajadores en ese campo) durante los próximos meses.
3. ¿Qué efecto puede tener, a la hora de cambiar la dinámica de la situación, que los tipos de interés bajen? En Japón, a lo largo de la década de los noventa y hasta la actualidad, los tipos de interés se situaron, incluso, por debajo de la tasa de inflación, prácticamente no existían. Pero este hecho no impidió la recesión, el hundimiento de la inversión productiva ni la contracción del consumo ¿Para qué querrían pedir más créditos unas empresas y particulares endeudados hasta las cejas? 
4. Paul Krugmann y su legión de seguidores en el mundo, nos ilustran todas las semanas en la prensa especializada con su nostalgia del New Deal. Sin embargo, Rossevelt fracasó miserablemente en sus planes. El New Deal, puesto en marcha a trompicones a partir de 1934, sirvió para contentar a la burocracia sindical norteamericana, amenazada por un movimiento huelguístico de proporciones revolucionarias, y como carnaza para que los estalinistas justificaran su política frentepopulista de apoyo al Partido Demócrata. Pero el New Deal no sacó a EEUU de la depresión, esto fue obra de la devastación provocada por la Segunda Guerra Mundial y el papel que en ella jugó EEUU.
5. Federico Engels, La subversión de la ciencia por el señor Eugen Dühring, páginas 289 y 290. Editorial Grijalbo, Colección OME, Barcelona 1977.



EEUU, Roosevelt y el movimiento obrero en la Gran Depresión

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por leon trotsky

La crisis del capitalismo mundial ha reabierto el debate sobre la regulación y el papel del Estado en la economía. Muchos nostálgicos del keynesianismo, cuyos seguidores nutren las filas de los economistas "progresistas" y la socialdemocracia, vuelven a retomar las viejas y desacreditadas ideas de un capitalismo de rostro humano y reformista. El señuelo propagandístico que más están utilizando en los últimos meses es el New Deal del presidente norteamericano Roosevelt, cuya larga sombra se proyecta en numerosos artículos de la prensa capitalista y de otra supuestamente progresista y de izquierdas. El valor del artículo de Trotsky, escrito en la coyuntura de 1936, es obvio, no solo por que analiza desde una perspectiva de clase y marxista la auténtica naturaleza del New Deal, también desvela la impostura de aquellos que apoyaron este programa de salvamento del capitalismo desde las filas del movimiento obrero.


EEUU, potencia imperialista dirigente, no podrá avanzar sin abrir brechas en los dominios de otros imperialismos

Dotado de gran riqueza y de un aparato productivo altamente desarrollado, Estados Unidos se ha elevado en el curso de la guerra [mundial de 1914-18] al rango de potencia imperialista dirigente del mundo. No obstante, asume ese rol dirigente en una época en la que el capitalismo ya declinaba en todas partes, y en la que los conflictos entre las grandes potencias no dejaban de acentuarse.

El imperialismo americano ya no puede extenderse más, ni incluso mantener su posición actual en el mundo, sin marcar una extensa brecha en el poder mundial actualmente en manos de otras potencias imperialistas, sin atacar el nivel de vida de las masas de EEUU, de América Latina, de Europa, de Asia, a los que explota directamente, y de los que saca ganancia indirectamente. De manera que extendiendo su poderío por todo el mundo, el capitalismo de EEUU introduce en sus propios fundamentos la inestabilidad del sistema capitalista mundial. La economía y la política de EEUU dependen de las crisis, las guerras y las revoluciones en todas partes del mundo. La dimensión misma del capitalismo americano y sus recursos, su aparición relativamente tardía en la escena mundial, la decadencia general y las conmociones características de esta época del capitalismo mundial se combinan para asegurar un ritmo rápido a la evolución económica de EEUU y, en consecuencia también, al desarrollo político de la burguesía y de la clase obrera en EEUU.

La crisis de 1929-1933 y la evolución ulterior suministraron abundantes confirmaciones a la legitimidad de esta apreciación. En el país más rico del mundo, el salario del conjunto de obreros de la industria y la agricultura ha sido literalmente amputado a la mitad entre 1929 y 1932. El número de desocupados creció de 2.000.000 a entre 18 y 20.000.000. La producción de acero se redujo a menos del 20% de su capacidad. Las exportaciones, que superaban los cinco mil millones de dólares, cayeron a un millón y medio apenas; las importaciones pasaron de cuatro millones y medio aproximadamente, a más de mil millones. Después de 4.600 quiebras bancarias en tres años, todos los bancos del país cerraron sus ventanillas en marzo de 1933, en el apogeo de la crisis financiera.

El rol del régimen de Roosevelt consistió en "salvar" al capitalismo

El rol del régimen de Roosevelt consistió en "salvar" temporalmente al capitalismo. Tras este objetivo, abandonó completamente, y sin intentos de simulación, el tradicional "laissez-faire", doctrina de EEUU y, particularmente, del propio Partido Demócrata, así como el instrumento particular de América: los derechos del Estado.

Utilizó los recursos financieros del Estado para socorrer a las empresas bancarias y comerciales e hizo votar leyes que restringían la competencia, permitían el alza de los precios, etc., es decir, favorecían el capitalismo monopólico. Al mismo tiempo, la administración Roosevelt, aunque todos los capitalistas no se hayan dado cuenta, servía efectivamente a los intereses capitalistas,manteniendo el descontento de las masas trabajadoras urbanas y rurales en vías de una política que consistía en pequeñas concesiones parciales, con frecuencia ilusorias, y principalmente en promesas demagógicas. Es así, por ejemplo, que hizo entrar en vigencia un sistema de jubilación a la vejez y de seguro de desempleo bajo control del gobierno [2], pero a una tasa ridículamente baja. El empleador tiene la posibilidad de hacer caer el peso sobre los consumidores, es decir, sobre los trabajadores, y los sindicatos no tienen ninguna participación en la administración del sistema [3]. Formalmente, el "derecho" de los obreros a organizarse está reconocido [4], y el gobierno cultiva la amistad de los dirigentes sindicales. En la actualidad, los movimientos huelguísticos son quebrados, de manera sutil por mediadores codificados del gobierno, o de manera brutal, por gangsters privados, la policía o la milicia, sin ninguna protesta efectiva por parte de esta administración "liberal".

Así, la vitalidad y los recursos del capitalismo americano, oportunamente ayudados por el estado democrático, están por el momento, aliviados de la crisis, en este sentido es que la producción se ha elevado notablemente por encima del nivel de 1932, que se ha podido lograr beneficios nuevamente en ciertas ramas, etc. Pero esto no quiere decir, inclusive para el poderoso capitalismo americano, que la crisis esté resuelta en el sentido en que fueron resueltas las crisis del pasado, es decir, con un nuevo ciclo de expansión en el curso del cual las condiciones de existencia de los trabajadores también se elevan. Todos los hechos indican hasta el momento que la crisis es permanente, aunque momentáneamente es menos aguda.

Una guerra, permitiría al capitalismo americano dar un vigoroso golpe a sus competidores

La renta agrícola, que era de 15 mil millones y medio de dólares en 1920 cayó a aproximadamente 5 mil millones en 1932. Aumentó notablemente en el último año, pero a 8 mil millones solamente, es decir un 40% por debajo del nivel de 1920. El volumen de producción de los objetos de consumo casi igualó en 1935 el nivel de 1929, pero el volumen de materiales de construcción ha sido la mitad inferior al de 1929 y la industria de los medios de producción sólo ligeramente superior de manera general. Esta recuperación sólo se debió, en gran medida, mas bien a los gastos gubernamentales que a una verdadera recuperación (capitalista) de la industria privada, como puede deducirse del hecho de que las nuevas inversiones, que se elevaban en 1929 a 16 mil millones de dólares, cayeron en 1933 a menos de mil millones y sólo alcanzaron el último año la cifra de mil millones y medio. La racionalización ha progresado durante la recesión. En consecuencia, el crecimiento de la producción no tiene efectos proporcionales en la desocupación. El número de desocupados sigue siendo de 10 a 12.000.000 y no disminuyó de forma apreciable durante el año anterior. El número de personas subsidiadas se elevó de 22 a 25.000.000 entre 1935 y 1936. Esta es una ilustración viva de la manera en que el capitalismo arroja sobre las espaldas de los trabajadores los gastos de la "reactivación", así como los gastos de la crisis.

Otros aspectos de la situación actual en América llevan a las mismas conclusiones. El comercio exterior permanece por debajo de la mitad del nivel de 1929. La deuda del gobierno federal se estableció en 31 mil millones de dólares, creció en un 50% en tres años. La abundancia de oro-cuyo stock se estableció en 4 mil millones en 1932 y en 10 mil millones hoy- continúa siendo un obstáculo para el renacimiento del comercio exterior, para la estabilización de la moneda, y una amenaza de inflación. La lucha por los mercados, especialmente en América latina y Asia, contra Gran Bretaña y Japón, se intensifica.

El capitalismo no ve claramente otra salida a semejante impasse que el empleo de la fuerza contra las masas trabajadoras por un lado, y contra otros grupos de potencias imperialistas, por el otro. Es así que se observa a la vez un agravamiento de las leyes represivas y de los recortes a las libertades civiles -aunque se lo pueda atribuir sobre todo a los estados y a los municipios, dejando al presidente nacional el privilegio de posar de "liberal"- y, bajo la inspiración, esta vez, de Roosevelt, un gasto anual de más de mil millones de dólares para la preparación militar y naval, una suma muy superior a todas las de los períodos precedentes.

Por el momento, estos gastos sirven para estimular la "reactivación" y pronto le permitirán al capitalismo americano, si ocurriera una guerra, dar un vigoroso golpe a sus competidores.

Al principio, la clase obrera estuvo pasiva, pero luego desplegó una actividad y combatividad casi ininterrumpidas

En lo más profundo de la crisis, la clase obrera americana permaneció esencialmente pasiva. Esto era el resultado, por un lado de la violencia objetiva de los golpes a la que fue expuesta después de un largo período de prosperidad, y por otro lado, de este factor subjetivo que hace que, a causa de las condiciones particulares del desarrollo americano, entre en la crisis con organizaciones pequeñas y débiles, tanto en el terreno político como en el económico.

Sin embargo, desde 1933, la historia de la clase obrera americana se caracteriza por una actividad y una combatividad casi ininterrumpidas. Intentos obstinados y persistentes para organizarse, que culminan frecuentemente con luchas huelguísticas muy heroicas, fueron emprendidos por los obreros, incluidos los de las industrias claves, tales como el acero, el automóvil, el caucho, las fábricas de utilidad pública y la navegación, en donde, en el pasado, el movimiento sindical no había podido arraigarse [5]. Las huelgas de los últimos años se destacan por un potente auge de la solidaridad y de la conciencia de clase, agrupan a decenas de miles de obreros que pertenecen a diferentes industrias, y a menudo también, a capas inferiores de la pequeña burguesía que han apoyado la lucha física de los obreros huelguistas contra los rompe huelgas, los matones privados, la policía e incluso la milicia.

Surgimiento de nuevas organizaciones - Millones se sindicalizan

Los efectos de esta nueva etapa del desarrollo del capitalismo americano y de la presión de las masas se reflejan en la polémica que se desarrolla actualmente en la American Federation of Labor (A.F.L.), la más profunda y la más encarnizada polémica de toda la historia de esta institución conservadora. Los dirigentes de algunos de los mayores sindicatos afiliados -como John L. Lewis[6], de los Mineros- atacan de frente la política tradicional de los sindicatos por oficio de la Federación y exigen que le sea acordado a los obreros de las industrias de producción de masas, el derecho de organizarse en sindicatos por industria y que sean invitados allí. Dentro de la A.F.L. constituyeron un Comité para la Organización de Sindicatos por Industria (C.I.O), para ayudar a los obreros de las industrias más importantes a organizarse sobre la base de la industria [7]. Se negaron a satisfacer la demanda del Ejecutivo de la A.F.L. de disolver la C.I.O. y ahora están comprometidos en los preparativos para una campaña de organización en la industria pesada. No obstante, no hay dudas que un vasto movimiento de organización y de huelga en una industria clave no puede ser considerado hoy en EEUU como una cuestión puramente sindical. Conduce necesariamente a un conflicto con la clase burguesa en su conjunto y con el aparato gubernamental, lo que implica consecuencias sociales muy profundas.

Aunque el número de adherentes de los sindicatos haya aumentado a alrededor de un millón desde 1932, los obreros de las industrias claves permanecen desorganizados en su gran mayoría. Todas las oleadas organizativas en estas industrias fueron quebradas con la colaboración de los patrones, de los organismos gubernamentales de arbitraje y de los burócratas traidores de los sindicatos, con frecuencia mucho antes que haya sido alcanzado el punto culminante de una huelga. Pero lo más importante es que estas traiciones no han disminuido la voluntad de organización de los obreros, ni su combatividad. Además, allí donde las débiles fuerzas de los revolucionarios marxistas eran capaces de participar en estas luchas, los obreros han seguido su dirección y se han burlado de los intentos de los burócratas sindicales que los advertían en contra del "peligro rojo" [8].

El papel del stalinismo y de los políticos de fachada "progresista"

La política de traición de los stalinistas es la razón esencial de la ausencia de un verdadero partido revolucionario capaz de dar a los obreros la dirección a la que aspiran cada vez más y de quebrar las posiciones de la burocracia sindical orientada hacia la colaboración de clases. Como reacción violenta contra las exageraciones aventureristas del "Tercer período", el P.C. stalinista de EEUU lleva hoy una política groseramente oportunista. No sólo apoya acríticamente a los burócratas sindicales "progresistas", sino que colabora frecuentemente con los elementos más reaccionarios de los sindicatos. Consagra lo esencial de sus fuerzas para el apoyo de un movimiento reformista de ese Farmer-Labor Party [9] -versión americana del Frente Popular- e inaugura incluso una colaboración dudosa con los políticos de los partidos capitalistas que tienen fachada "progresista" y que están listos, con sus propios objetivos, a entrar en un Farmer-Labor Party si este partido adquiriera una fuerza verdadera.

Aunque en las elecciones presidenciales el P.C. de EEUU presente sus propios candidatos [10] y mantenga así la ilusión de su autonomía y la fraseología revolucionaria, en la realidad, por su apoyo a los dirigentes sindicales que quieren atraer a los obreros hacia Roosevelt y por sus ataques contra el Partido Republicano como la única agencia "verdadera y directa" del fascismo y de la guerra, etc. [11], ayuda a Roosevelt, quien, bajo la cubierta de un liberalismo demagógico (en la acepción americana particular y un poco confusa de este término), constituye el agente del imperialismo americano y de sus gigantescos preparativos de guerra.

El Partido Socialista Americano sólo cuenta con 16.000 miembros, alrededor de la mitad del efectivo del P.C. de los EEUU, aunque haya obtenido en las elecciones muchos más votos que el P.C. Durante muchos años, estuvo dominado por la "Vieja Guardia" ultra derechista de Hillquit [12] y sus sucesores. Sin embargo, la crisis llevó al P.S. a jóvenes elementos muy prometedores y, con ellos, se han desarrollado nuevas tendencias, causadas tanto por las condiciones en EEUU como por la observación de las derrotas de la clase obrera en Alemania, Austria, etc., bajo las antiguas Internacionales. Es así que ha comenzado un proceso de diferenciación y una lucha interna en el P.S. que aún no ha encontrado su expresión política clara y definitiva. Sin embargo, la sección más corrupta de la Vieja Guardia (Nueva York) se ha separado prácticamente de la organización nacional a partir de septiembre de 1935, y ha sido excluida definitivamente del partido desde el mes de mayo de 1936. La escisión ha transformado en un sentido positivo la relación de fuerzas en el seno del P.S. y ha abierto, según la apreciación del Workers Party de EEUU, importantes posibilidades para la construcción del partido de la revolución social.

De la misma manera, la relación de fuerzas dentro del P.S. también se ha modificado sensiblemente por la entrada reciente de varias centenas de internacionalistas revolucionarios del Workers Party y de las Juventudes Espartaquistas en el seno del P.S. y los Jóvenes Socialistas. El Workers Party, por otro lado, resultaba de la fusión efectuada en diciembre de 1934 entre el antiguo Communist League of America y los elementos sindicales revolucionarios del antiguo American Workers Party que había adquirido una posición marxista internacionalista. Queda por saber cuáles serán los resultados de este curso y cómo continuará posteriormente el desarrollo del Partido Socialista. Por supuesto que los miembros del antiguo Workers Party que entraron en el P.S. y que se someten a la disciplina de este partido, han declarado claramente que mantenían firme e irreductiblemente sus tradiciones y sus principios.

La crisis del capitalismo americano continúa. A pesar de una coyuntura más o menos favorable, pronto se volverá candente. Asimismo, la lucha de las víctimas del imperialismo americano, de las masas dominadas de EEUU, de América latina y de otros países se hace cada vez más amplia e intensa. La tarea más importante y más urgente consiste en continuar con energía de hierro la obra de unificación de los elementos de vanguardia, tarea ya comenzada, en un partido fuerte y disciplinado de la IV Internacional y construir este partido bajo las bases de granito del internacionalismo marxista-leninista, único capaz de concentrar las luchas de las masas y de llevarlas a la victoria. Cuando esta tarea sea cumplida, se puede prever que la joven y vigorosa clase obrera americana, que ha mostrado tan a menudo su voluntad y su capacidad de lucha audaz y valiente, marchará rápidamente hacia la toma del poder y contribuirá enteramente al establecimiento del socialismo mundial.


Notas:

1- Escrito en julio del 1936, "Naturaleza y dinamica del capitalismo y la economia de transicion"(compilación) Ed. CEIP, Bs. As. 1999

2- Estas dos medidas habían sido decididas por el Social Security Act del 15 de agosto de 1935. No se había previsto ningún seguro médico y los empleados, trabajadores agrícolas, domésticas y trabajadores independientes no se beneficiaban.

3- El seguro a la vejez estaba organizado en el marco federal, el seguro de desempleo por los Estados. Uno y otro estaban financiados con importantes descuentos en los salarios.

4- Era el National Labor Relations Act del 5 de julio de 1935 -y especialmente, su sección 7a.- quien había reconocido formalmente el derecho de los obreros a organizarse.

5- El Sindicato de los Obreros de los Automóviles (U.A.W.) y el de los trabajadores del caucho habían accedido a la existencia legal, luego de duros conflictos, en el verano de 1935.

6- John Llewellyn Lewis (1880-1969): antiguo minero, "zar" del sindicato de mineros (U.M.W.) había acosado a los opositores de izquierda en su propio sindicato durante años. Su experiencia le había enseñado, sin embargo, que la organización de los obreros sobre la base de los sindicatos de industria era inevitable, y se había hecho partidario de dirigir el movimiento para no ser barrido por él.

7- Luego del rechazo del Congreso de la A.F.L. -realizado en Atlantic City en octubre de 1935- de la resolución en favor de la organización de los sindicatos por industria, John L. Lewis en nombre de la U.M.W. y muchos otros dirigentes de los grandes sindicatos habían anunciado el 9 de noviembre la constitución del Committee for Industrial Organization (C.I.O.) con el fin de "promover la organización de los obreros en la producción de masas y las industrias desorganizadas". El C.I.O. permanecía en el marco de la A.F.L.

8- Alusión a dos de las grandes huelgas de 1934 en EEUU. La huelga de los trabajadores de autos de Toledo había sido dirigida por militantes de la A.W.P. de Muste, la de Minneápolis por los trotskistas de la C.L.A. En la primera fila de los que denunciaban a través de estas huelgas el "peligro rojo" se encontraba el presidente de la A.F.L. William Green (1873-1952), que había sucedido a Samuel Gompers en ese puesto en 1924.

9- Esta política se había concretizado al principio en el Estado de Nueva York con la fundación de un American Labor Party que había sido caucionado por numerosos dirigentes de la A.F.L., pero que tendía esencialmente a canalizar los votos obreros hacia la candidatura Roosevelt haciendo bloque en Nueva York incluso alrededor de La Guardia.

10- En las elecciones presidenciales de 1932, el P.C. americano había presentado a su dirigente William Foster y éste había obtenido 103.000 votos. El P.C. se preparaba en 1936 para apoyar abiertamente la candidatura de Roosevelt.

11- En el IX Congreso del P.C. americano, su secretario general Earl Browder (1891-1973), se había "llevado bien" con Roosevelt, por los ataques casi histéricos contra el Partido Republicano y su candidato Landon. Había acusado a los socialistas porque no veían, decía él "la dirección fascista del Partido Republicano", y había llegado a afirmar que el "ticket Landon-Hearst-Wall Street era el enemigo principal de las libertades, de la paz y de la prosperidad del pueblo americano".

12- Morris Hillquit (1869-1933): nacido en Riga, había emigrado a EEUU. en 1886. Dirigente sindical, había sido en 1901 uno de los fundadores del Partido Socialista, inspirador de su ala derecha. Había sido el presidente del Consejo Nacional de 1916 hasta su muerte. Había tenido un buen resultado en las elecciones municipales de Nueva York en 1932, lo que explica sin duda la operación ulterior para establecer un A.L.P. en ese estado.

La crisis capitalista global golpea a China y los indicadores económicos negativos se acumulan

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escrito por Jorge Martín

En la reunión anual de la Central Economic Work Conference celebrada recientemente en China se anunció un temporal de indicadores económicos negativos. En noviembre, las exportaciones chinas cayeron un 2,2 por ciento (después de haber registrado un crecimiento del 19,2 por ciento en octubre), las importaciones bajaron un 17,9 por ciento (comparado con el aumento del 15,6 por ciento de octubre). Según el Ministerio de Comercio, en noviembre la inversión directa extranjera en China cayó un 36,52, a 5.300 millones de dólares. El Ministerio de Economía anunció que los ingresos fiscales en China bajaron un 3,1 por ciento en noviembre respecto al año anterior, después de haber sufrido otra caída en octubre del 0,3 por ciento. La construcción de viviendas, oficinas y fábricas bajó un 16,6 por ciento en octubre, después de subir un 32,5 por ciento el año anterior. Otro indicador que demuestra la rápida desaceleración de la economía es el consumo de energía en octubre se redujo un 3,7 por ciento respecto al mismo período del año anterior, el primer mes respecto al mismo mes del año anterior que experimenta una caída desde 1999. Las ventas de automóviles cayeron un 10,3 por ciento desde principios de año hasta noviembre, la tercera caída mensual consecutiva este año. Por último, la inflación cayó a su nivel mensual más bajo en 22 meses, un 2,4 por ciento en noviembre, despertando la perspectiva de una espiral deflacionaria. Esto sólo por mencionar unas cuantas cifras económicas sombrías publicadas estos últimos días.

La velocidad con que la economía china es golpeada por la crisis global del capitalismo es pasmosa, pero si analizamos las razones entonces no es sorprendente. Durante un período largo de treinta años, la dirección china ha abrazado gradualmente el capitalismo al que veían como una salida al callejón sin salida que se enfrentaba la sociedad debido a la planificación burocrática de la economía. En este proceso la economía china se integró completamente en la economía capitalista mundial, convirtiéndose ella misma en capitalista. Ahora se enfrenta a su primera crisis capitalista de sobreproducción.

Algunas de las características dominantes de la economía china, que han permitido un ritmo de crecimiento sin precedentes durante un tiempo muy prolongado, son sus elevadas tasas de inversión, el crecimiento masivo de las exportaciones y la superabundancia de mano de obra cualificada barata. Ahora todos estos factores se están convirtiendo en su contrario.

Según entra en crisis la economía global, la demanda de productos chinos se va reduciendo. La caída de las exportaciones (que suponen un 40 por ciento del PIB) de un 2,2 por ciento en noviembre es la primera caída desde junio de 2001 y la mayor desde abril de 1999, entonces consecuencia de la crisis del Sudeste Asiático. Durante los años noventa, las exportaciones chinas crecieron una media anual del 12,9 por ciento, desde 2000 a 2006 ese crecimiento casi se dobló, alcanzando un 21,1 por ciento cada año. Ahora las exportaciones chinas han caído en todos sus mercados, un 6,1 por ciento en EEUU, un 2,4 por ciento en los países de la ASEAN (Asociación de Naciones del Sureste Asiático). Toda esta situación tendrá un impacto serio tanto en la economía china como en la economía mundial, las exportaciones contribuyeron a más de una cuarta parte del crecimiento económico mundial. Las últimas cifras publicadas por el Banco Mundial sobre la economía china, que revisó su perspectiva de crecimiento para 2009 al 7,5 por ciento, se basaban en un aumento de las exportaciones chinas del 4,2 por ciento, pero muchos economistas piensan que las exportaciones podrían no crecer.

Según Qu Hongbin, economista jefe chino de HSBC, las cosas podrían empeorar en los próximos meses y ha sugerido que las exportaciones podrían caer un 19 por ciento en el primer trimestre de 2009. "Combinado con el enfriamiento de los mercados inmobiliarios, apunta a un creciente riesgo de aterrizaje forzoso (...) Es oficial: como taller del mundo, China sufrirá cuando la recesión global se profundice":

La industria juguetera china ya tiene serios problemas. Este sector representa un 70 por ciento de la producción mundial de juguetes que ya tiene problemas profundos. Según el Chinese Customs Bureau, dos tercios de todas las fábricas jugueteras han cerrado, decenas de miles de fábricas han cerrado dejando a cientos de miles, sino a millones, de trabajadores emigrantes en paro. Cao Jianhai, investigador de la Academia China de las Ciencias Sociales, fue citado en octubre cuando dijo: "A final de año habrán cerrado más de 100.000 fábricas". Ahora esta estimación podría ser conservadora. Esta crisis manufacturera ya ha provocado un aumento masivo de las huelgas, protestas laborales y rebeliones, particularmente, pero no sólo, en el Delta del Río de la Perla. Las disputas laborales se doblaron en los primeros diez meses del año.

La caída de las importaciones que también se ha anunciado (un 17,9 por ciento en noviembre respecto al año anterior) es preocupante. Eso significa que, según cierren empresas o sean incapaces de vender sus productos en el extranjero, la demanda de materias primas y componentes también se reduce. Este hecho tendrá un impacto sobre los vecinos de China que son sus suministradores. Entre los que ya se han visto duramente afectados está Taiwan, que enviaba casi el 36 por ciento de sus exportaciones a China, Corea del Sur envía un 25 por ciento y Japón un 19 por ciento.

"China es una enorme fuente de demanda de mercancías y ahora su desaceleración es una razón clave que está detrás del colapso del precio de los mercancías", estas son las palabras de Nicholas Lardy, un socio veterano del Peter G. Peterson Institute for International Economics, con sede en Washington. "Está experimentando la desaceleración de su crecimiento económico más profunda desde que comenzaron las reformas hace treinta años". China es el mayor comprador mundial de metales y el segundo consumidor de petróleo.

Sin embargo, la crisis no se limita a los juguetes o al sector exportador. Como hemos dicho, el otro motor de la economía china ha sido la elevada tasa de inversión. Ha sido así en el caso de la construcción de fábricas, infraestructura y vivienda para la rápidamente creciente población urbana. La construcción es uno de los motores más grandes de la expansión de China, contribuye a una cuarta parte de la inversión en bienes fijos y emplea a 77 millones de personas. Esto llevó, como en la mayoría de los países capitalistas,  a una burbuja inmobiliaria y de bienes raíces que ahora ha estallado. Algunos analistas calculan que los precios inmobiliarios en Shanghái cayeron un 20 por ciento en el tercer trimestre de 2008 y las cifras oficiales demuestran que los precios inmobiliarios a nivel nacional se estancaron en el 0,2 por ciento en octubre. A finales de octubre, Yan Yu, un profesor de dirección comercial de la Universidad de Pekín, ya advirtió que "los precios inmobiliarios en Dogguan han caído más de un 50 por ciento este año", dejando a muchos propietarios debiendo hipotecas que superan el valor de sus viviendas. Según Macquarie Securities, "la construcción se contraerá el próximo año un 30 por ciento, después de expandirse un 9 por ciento en los primeros tres trimestres de 2008".

La contracción del sector de la construcción ha afectado a la producción de acero, cemento y toda una serie de industrias relacionadas. Los precios del acero en China han caído ya bruscamente. Según Jing Ulrich, presidenta de las acciones chinas de JP Morgan Chase & Co., "los precios de las chapas laminadas en caliente se han hundido casi un 40 por ciento desde finales de junio". La empresa localizada en Zhengzhou, Bayannur Zijin Nonferreous Co., está reduciendo la producción de zinc un 30 por ciento. El precio del zinc, utilizado en la industria de la construcción y automovilística, ya ha bajado en el mercado mundial casi un 50 por ciento.

La desaceleración de la producción es lo que está llevando, como hemos visto, al peligro de la deflación, los precios en noviembre sólo crecieron un 2,4 por ciento, el nivel más bajo en 22 meses. Las autoridades económicas del país han cambiado su política de luchar contra la inflación a intentar evitar los efectos devastadores de la deflación. "La caída de los precios, si persiste, creará en general una violenta espiral de efectos negativos, como la caída de beneficios, cierre de fábricas, hundimiento del empleo y de los ingresos, incremento de los impagos de préstamos por parte de empresas e individuos, todo eso agravará la desaceleración económica", estas son las palabras de advertencia de Dong Zhiging en el China Daily.

Efectos en la economía mundial

No hace tanto tiempo que destacados economistas capitalistas defendían la teoría del desacople, una teoría que sostiene que las "economías emergentes" en el mundo no se verían afectadas por la recesión de EEUU y otros países capitalistas desarrollados. En marzo de este año, The Economist sostenía que "los datos recientes sugieren que el desacople no es un mito. En realidad, podría salvar aún a la economía mundial". Sin embargo, la realidad es terca y ahora The Economist se ve obligado a admitir que las "pésimas cifras comerciales" de China son "un golpe para la economía mundial". Estas cifras, dicen, "son particularmente impactantes porque la carrera comercial de China ha sido un motor del comercio mundial y, de esta manera, del crecimiento global".

Desde una posición esperanzadora han chocado con toda la realidad, pensaban que China suavizaría el golpe de la crisis del capitalismo en los países capitalistas desarrollados, ahora existe una posibilidad seria de que China ayude a arrastrar hacia abajo el comercio mundial y con ello el crecimiento económico mundial. Esta situación está provocando un conflicto creciente con EEUU. La reciente visita del Secretario del Tesoro norteamericano Henry Paulson sólo sirvió para subrayar esa situación. Mientras EEUU presiona mucho a China para que revalúe su moneda y así conseguir que las exportaciones chinas sean menos competitivas en EEUU, pero a la economía china le interesaría devaluar su moneda, sobre todo después de las últimas cifras de exportación. El escenario para el proteccionismo y las guerras comerciales está preparado. En cualquier caso, ni siquiera está claro que una devaluación del yuan ayudara a impulsar las exportaciones chinas. Su vecina Corea del Sur ha visto devaluar su moneda aproximadamente un 30 por ciento y aún así las exportaciones surcoreanas han caído un 18 por ciento en noviembre. Incluso si sus productos son más baratos, no se van a vender ¡por qué no hay nadie para comprarlos!

Consecuencias sociales

La legitimidad de la dirección china se ha basado durante estos últimos treinta años en su registro de crecimiento económico garantizado y aumento de los niveles de vida. Incluso aunque las reformas capitalistas han significado la destrucción de millones de empleos, niveles espantosos de explotación para los trabajadores emigrantes que se trasladaban a las ciudades, la destrucción parcial del sistema sanitario, etc., todo esto se podía soportar en la medida que la economía crecía, se creaban empleos y los niveles de vida en general aumentaban. Sin embargo, si ya no está eso garantizado o está amenazado por la desaceleración de la economía, entonces el peligro es que el número ya creciente de luchas y conflictos obreros puedan convertirse en un movimiento generalizado contra el gobierno, el Estado y la dirección del PCC.

Zhang Ping, presidente de la Comisión Nacional para la Reforma y el Desarrollo, declaró que: "las excesivas bancarrotas y los recortes de producción llevarán al desempleo de masas y agitarán el malestar social". Frente a esta situación, la más desafiante desde las protestas de Tiananmen en 1989, como ellos mismos reconocen, la dirección china ha respondido implantando una serie de medidas, tanto políticas como económicas.

En primer lugar, para limitar el impacto de las protestas obreras se han dado nuevas instrucciones sobre el comportamiento policial. La idea es evitar que las protestas a pequeña escala se conviertan en revueltas masivas o se generalicen. Lo vimos en la reciente huelga de taxistas en Chongqing, cómo las autoridades locales combinaron el palo con la zanahoria. Mientras detenían a 20 taxistas, el secretario local del partido, Bo Xilai, se reunía con una delegación de taxistas, hizo toda una serie de prometas y la discusión se emitió en directo en Internet y televisión. Sin embargo, este cambio de táctica (menos represión, más concesiones para aliviar tensión) también conlleva riesgos desde el punto de vista de las autoridades. Cuando se extendió a través de las noticias lo que era visto como una victoria de los taxistas de Chongquing, los taxistas de otras ciudades también fueron a la huelga.

El Estado también ha introducido nuevas regulaciones para evitar los despidos en masa. En las provincias de Hubei y Shandong, ahora las empresas necesitan la aprobación del gobierno si planean despedir a 40 trabajadores o más. "Estas medidas pueden ayudar a proteger la estabilidad social, que ahora es más importante que el desarrollo económico", esto es lo que dice Liu Junsheng, del instituto trabajo-salario del Ministerio de Recursos Humanos y Seguridad Social de Hubei, hablando en Changjiang Business Daily. Sin embargo, es difícil ver cómo esta medida va a tener un impacto real. Muchas de estas pequeñas y medianas empresas son de propiedad extranjera y sus propietarios coreanos, taiwaneses o demás con frecuenta cierran la fábrica sin aviso previo y huyen. Se ha ordenado a las autoridades locales que garanticen que los trabajadores reciben los pagos de desempleo adecuados y que haya subsidio de desempleo para todos. Independientemente de lo efectiva que puedan ser estas medidas en la práctica, son muy significativas para entender la preocupación que existe en el aparato del Estado por intentar evitar el malestar.

El desempleo, según cifras oficiales, ya está aumentando. Sin embargo, las estadísticas oficiales no incluyen a todo el ejército de trabajadores inmigrantes del país (decenas de millones) que en muchos casos nos están registrados para trabajar en las zonas urbanas y que van a ser los más golpeados por la crisis. En un artículo publicado en China Economic Times el 5 de diciembre, el partidario del capitalismo, Zhou Tianyong, economista de la Escuela del Partido del Comité Central del Partido Comunista de China, pronostica que la tasa real de paro en China "podría aumentar a tanto como el 14 por ciento el próximo año". Zhoy Tianyong también contempla que la tasa actual de desempleo está ya en el 12 por ciento, muy por encima de la tasa oficial del 4 por ciento.

Medidas económicas

Por otro lado también se han introducido varias medidas económicas. El 9 de noviembre se anunció un masivo plan gubernamental, en él se prevé gastar unos 586.000 millones de dólares, aproximadamente un 7 por ciento del PIB, a lo largo de los próximos dos años. Este paquete incluye proyectos de infraestructura, pero también inversión en sanidad, educación y vivienda. Sin embargo, según algunos detalles que se han hecho públicos, es evidente que sólo aproximadamente una cuarta parte de este dinero lo gastó el gobierno central, no está claro cuánto de este nuevo dinero, a diferencia de otros proyectos de inversión ya acordados. Algunos economistas han calculado que el impacto de este paquete de estímulo podría ser tanto como el 1 por ciento del PIB, que sólo comenzaría a tener un impacto bien entrado 2009. Mirando indicadores económicos más recientes, esto podría no ser suficiente.

El gobierno ha continuado estas medidas anunciando descuentos y reducciones de impuestos, recorte de los tipos de interés (el mayor en once años). El objetivo de estas medidas es claro: estimular el consumo interno para compensar la caída de las exportaciones. Las medidas implantadas en China son algo distintas a las aprobadas, por ejemplo, en Gran Bretaña o EEUU. Mientras que los países capitalistas desarrollados han respondido a la crisis arrojando dinero a los bancos, con la esperanza de que comiencen a prestar dinero a los consumidores, los consumidores comenzarán a gastar y de esta manera la economía se reactivará, en China lo que tenemos es un enfoque keynesiano más clásico: un masivo programa de obras públicas, destinado a crear empleos, de esta manera la gente tiene más dinero para gastar y así se reactiva la economía.

Los chinos tienen una de las tasas de ahorro más grandes del mundo, por eso piensan que si consiguen que gasten más dinero entonces la economía se recuperará gracias a su mercado interno. No obstante, la razón principal de estas elevadas tasas de ahorro es el hecho de que las reformas capitalistas destruyeron o restringieron el sistema del  Iron Rice Bowl [N. de T. En ingles,  nombre que recibe la política maoísta de proporcionar hogar, comida y asistencia a todo el pueblo chino. Ejemplo de ello eran las fábricas, que contaban con habitaciones para sus trabajadores y sus familias, además de proporcionarles alimento y un salario], que garantizaba un empleo de por vida y los programas de bienestar social que existían en el pasado. Ahora, la familia media china debe pagar una gran parte de sus costes sanitarios, educativos, pensiones y otros relacionados. Ahorran porque están aterrorizados por caer enfermos, perder sus empleos, hacerse viejos y necesitan pagar parte de los gastos educativos de sus hijos. Si además añadimos los efectos de la rápida caída de los precios inmobiliarios que afectará a las clases medias urbanas, al riesgo del incremento del paro, el impacto real del plan de estímulo keynesiano probablemente será limitado.

Es verdad que China cuenta con la mayor reserva de divisas de cualquier otro país del mundo (casi 3 billones de dólares) y su deuda es muy baja (aproximadamente un 12 por ciento del PIN). Esto permite a las autoridades chinas un cierto margen de maniobra para intervenir en la economía e intentar evitar que la crisis se convierta en recesión. Sin embargo, no deberíamos olvidar que esta situación es similar a la de Japón en los años noventa, justo antes de entrar en diez años de depresión, a pesar de que el gobierno gastó ingentes cantidades de dinero en proyectos de infraestructura.

La imagen que surge claramente al mirar todas estas cifras es la de un país donde todos los cimientos que impulsaron la economía hacia adelante durante las últimas décadas ahora se están convirtiendo en su contrario. China se enfrenta a una crisis de sobreproducción. Hay demasiada capacidad para fabricar automóviles, juguetes, textiles, ordenadores, viviendas, carreteras, frigoríficos, aceros, aluminio, cemento... Esta masiva capacidad se ha construido sobre la base de la inversión estatal en infraestructura y el sector exportador. Pero, como en cualquier ciclo capitalista, esta situación ha llegado al límite.

Esto es precisamente lo que pronosticamos los marxistas. En abril de 2006, la Corriente Marxista Internacional publicó un documento llamado La marga marcha de China hacia el capitalismoEntonces dijimos lo siguiente:

"Cualquier declive significativo en los mercados mundiales afectaría drásticamente a las posibilidades de crecimiento de la economía china, como ocurrió en el pasado con el Sudeste Asiático. China se enfrentará a la perspectiva de la sobreproducción de acero, hierro, carbón y bienes de consumo, derivada de una posible crisis mundial. Son los síntomas de una futura crisis de sobreproducción (...) Esto es inevitable, debido al frenesí de las inversiones que inundan al país, que increíblemente constituyen el 45% del PIB, un porcentaje que no tiene precedentes en la historia, ni siquiera en Japón durante el boom posbélico (...) Mientras las exportaciones aumenten y los países occidentales se endeuden, China puede avanzar, pero a este ritmo de crecimiento de las inversiones es como si China duplicase su capacidad productiva cada 4 o 5 años, un ritmo que llevará inevitablemente a una gigantesca crisis de sobreproducción".

Inevitablemente esta crisis económica tendrá un impacto sobre la conciencia de todas las capas de la sociedad. Sobre todo quedará destrozada la legitimidad de la dirección del PCC, que ha llevado al país a la restauración del capitalismo. El crecimiento económico de China ha creado una multimillonaria clase obrera fuerte y joven que ahora ha comenzado a estirar los músculos. En el próximo período veremos capas más amplias de la clase obrera china entrando en el camino de la lucha.

Durante cuarenta años los trabajadores chinos han observado a la dirección del Partido Comunista girar gradualmente hacia el capitalismo, aparentemente sin interrupciones en el crecimiento que hemos observado periódicamente en occidente. Ahora China se enfrenta a su primera recesión real, los trabajadores chinos comenzarán a ver la otra cara de las contrarreformas capitalistas. A pesar de todo verán que el "mercado" no es la solución, sino que la causa real de la crisis actual.



La crisis del capitalismo mundial se acelera

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escrito por In Defence of Marxism (Corriente Marxista Internacional) 

La crisis se desarrolla de una manera acelerada e implacable. En el mes de noviembre, el ritmo de destrucción de empleo en EEUU ha sido el más rápido en 34 años. El PIB mundial ha registrado una caída abrupta. La recesión estuvo precedida por una crisis financiera (la llamada crisis del crédito), sin embargo, simplemente fue el preludio de la crisis real. Como siempre, los economistas burgueses sacan la conclusión de que la causa de la crisis es la falta de crédito. En realidad, la escasez de crédito está provocada por la crisis.

Durante el boom todos estaban dispuestos a pedir prestado y prestar dinero, confiaban en conseguir jugosos beneficios. Como siempre en todo esto existía un gran elemento de especulación. El vertiginoso aumento de los precios bursátiles no guardaba relación alguna con la situación real. Debemos tener en cuenta que, en última instancia, los beneficios de los capitalistas sólo pueden salir del trabajo no pagado de la clase obrera. En la medida que se extrae plusvalía, los capitalistas, terratenientes, banqueros y especuladores bursátiles pueden conseguir beneficios. Se creó la ilusión de que este alegre carnaval podría durar eternamente. Pero este proceso tarde o temprano choca contra las contradicciones inherentes del sistema capitalista.

Ahora ha comenzado la segunda fase, la crisis de la economía real. Millones de trabajadores se enfrentan a la reducción del horario de trabajo, supresión de las horas extras, despidos y cierres de empresas. Los empresarios exigen recortes salariales amenazando con el cierre. Esta situación significa una reducción general de los niveles de vida, que a su vez supone una nueva caída de la demanda, más cierres, desempleo y nuevos recortes. La caída de la actividad conlleva un descenso de las declaraciones de ingresos, que, consiguientemente, supone nuevos recortes del gasto social.

En EEUU se han perdido 533.000 empleos en noviembre, la mayor caída mensual desde diciembre de 1974. El desempleo ha subido hasta el 6,7 por ciento. Sin embargo, esta cifra subestima la seriedad de la situación. No incluye a las personas que se han renunciado a buscar un empleo, eso pondría la tasa de desempleo en el 12,5 por ciento. Se han anunciado un torrente de cierres de empresa. El Banco de América va a despedir a 35.000 trabajadores después de ser adquirido por Merill Lynch. Dow Chemicals va a cerrar 20 plantas con la pérdida de 5.000 puestos de trabajo en EEUU y Europa. 3M despedirá a otros 2.300 trabajadores. Anheuser-Bush InBev va a reducir un 6 por ciento de su fuerza laboral en EEUU (tres cuartas partes en San Luis).

Ya nadie repite la estupidez de que la crisis se limitaría a EEUU. Es un fenómeno internacional. La gran empresa japonesa Sony va a despedir a 16.000 trabajadores, reducir sus inversiones y recortar parte de su producción. La perspectiva es que sus beneficios anuales se reduzcan a la mitad debido al hundimiento de la demanda de sus televisiones de LCD. La empresa minera anglo-australiana Río Tinto está reduciendo el gasto en capital y vendiendo activos para pagar los 10.000 millones de dólares que debe. Reducirá 14.000 empleos de aquí a finales de 2009. Woolworth, una importante cadena de tiendas en Gran Bretaña, va a cerrar después de cien años de existencia, dejando a 30.000 trabajadores en el paro. La lista es interminable y aumenta en todo momento.

La alarma creciente de la clase dominante se refleja en la sucesión de medidas de pánico adoptadas por los gobiernos y bancos centrales, que ya no pretenden evitar la recesión sino sólo calmar sus efectos. Pero a pesar de todas estas medidas, la crisis se profundiza y se extiende. La economía mundial ha entrado en una espiral descendente y nadie sabe dónde está el fondo o cuando se alcanzará.

En el pasado los economistas burgueses negaban la posibilidad de una recesión. Ahora la única duda que tienen es si será una recesión profunda o una depresión. Para los millones de trabajadores afectados por los cierres de fábricas, bancarrotas, despidos y desahucios, no obstante, la diferencia es simplemente semántica. La burguesía y sus economistas favoritos imaginan que todas las crisis están causadas por la falta de "confianza" y que, por tanto, unas cuantas declaraciones alentadoras (acompañadas por grandes donativos de dinero público) resolverán el problema. No comprenden que la confianza no cae del cielo sino que refleja las condiciones reales. Contrariamente a esta explicación superficial e idealista (que no explica nada), nosotros respondemos: no es la falta de confianza la que provoca la crisis, sino que es la crisis la que crea la falta de confianza.

Es necesario tener en mente que a menos que los capitalistas vendan sus mercancías, no podrán conseguir ninguna plusvalía. La capacidad de encontrar mercados está limitada por el consumo limitado de la sociedad. Tarde o temprano se llega a un punto donde los mercados están saturados y no se pueden encontrar compradores. En la crisis de 1990-1991 y 2001 la demanda no cayó demasiado. En el primer caso el rápido desarrollo de Asia (China) proporcionó un amortiguador que evitó que la crisis se convirtiese en una recesión. Después de todo, el enorme aumento del crédito y la burbuja inmobiliaria especulativa mantuvieron todo en pie. Pero los cimientos eran totalmente inestables.

Esta situación no se podía mantener. La realidad es que los capitalistas evitaron una recesión profunda durante dos décadas pero sólo a costa de crear las condiciones para una recesión aún más seria en el futuro. Eso explica la alarma con que la burguesía ve la crisis actual.

Durante el boom, cuando se conseguían beneficios, la gente compraba y vendía, pedía dinero prestado y prestaba, se endeudaban alegremente superando sus beneficios. Si cualquiera observa que todo está basado en la especulación y la estafa a nadie le importaba. ¿No somos ricos? ¿No estamos todos haciendo dinero? ¡Vive hoy y mañana Dios dirá! Pero el boom alcanza sus límites, debe hacerlo, esta "exuberancia irracional" se convierte en su contrario. La confianza se evapora junto con el milagro del enriquecimiento interminable. En lugar del viejo alegre optimismo tenemos pánico y desesperación. Ya no es la codicia, sino una emoción igualmente primordial, el miedo, se convierte en el ambiente predominante del mercado.

Contradiciendo todos los análisis anteriores, los economistas burgueses ahora dicen que esta recesión será más prolongada y profunda que cualquier otra desde la Segunda Guerra Mundial. Los capitalistas están pagando el precio de la "exuberancia irracional" que mostraron en el período anterior. Aterrorizados por las consecuencias sociales y políticos, recurren a políticas desesperadas que sólo servirán para exacerbar los problemas a largo plazo. En cada coyuntura los portavoces de la burguesía anuncian que "lo peor ha pasado". Estas declaraciones, que se hicieron también a intervalos regulares después del crack de Wall Street de 1929, siempre van seguidas de nuevas caídas de las bolsas y nuevos recortes de la producción.

La burguesía se está hundiendo en una zanja profunda de la que no será fácil salir. Los bancos se están hundiendo bajo el peso de sus deudas malas. Nadie sabe a cuánto ascienden y por tanto nadie conoce qué bancos (si hay alguno) son viables. Por eso los economistas dicen que esta recesión no es "normal". Algunos economistas miran hacia atrás con nostalgia a los "buenos días" del patrón oro, pero un regreso al patrón oro ahora es imposible. Llevaría a un colapso completo e una recesión aún más profunda que la Gran Depresión de los años treinta.

Antes de la Segunda Guerra Mundial, la economía mundial se basaba en el patrón oro, que tenía sentido como una manera de regular los mercados monetarios. Los gobiernos tenían que mantener una cantidad determinada de oro como respaldo de sus monedas nacionales. Finalmente, los acreedores podían exigir el pago de las deudas en oro, que, como cualquier otra mercancía, tiene un valor objetivo.

La eliminación del patrón oro sólo fue posible porque después de la Segunda Guerra Mundial EEUU tenía dos tercios del oro mundial en Fort Knox y su industria estaba intacta. Podía imponer sus condiciones al resto del mundo. Todo el mundo quería dólares porque en aquel momento el dólar era tan bueno como el oro. El dólar se convirtió en la moneda internacional (con la libra esterlina como socio de segunda clase). Este fue un factor en el auge del comercio mundial después de 1945, la base real del auge económico del capitalismo mundial en esa época.

Ahora, sin embargo, todo eso ha cambiado. EEUU ha pasado de ser el mayor acreedor del mundo a ser el mayor deudor mundial. El dólar sigue como moneda mundial, pero nadie está seguro de lo que realmente vale. Cantidades inimaginables de capital ficticio se han bombeado en la economía mundial durante las últimas dos o tres décadas. Sólo el mercado mundial en derivados vale más de 500 billones de dólares, la mayoría tiene un carácter especulativo y ficticio. Los mercados de derivados equivalen a 36 veces el valor total del PIB norteamericano [el PIB de EEUU en 2007 era de 13,8 billones de dólares] o aproximadamente 10 veces el valor de toda la producción mundial.

La expansión sin precedentes del crédito en el último período sirvió para mantener niveles altos de demanda en EEUU y en otros países. Pero ahora esta situación ha llegado a sus límites. Todo el proceso se convierte en su contrario. Nadie quiere prestar dinero y pocos desean pedir prestado. La sociedad es presa de un sentimiento de tacañería y avaricia. Las masas no tienen dinero para gastar, sólo deudas que pagar. Aquellos que anteriormente prestaban alegremente dinero ahora reclaman sus deudas. Muchos de los que contrajeron hipotecas para comprar casas no pueden pagarlas y se encuentran con el desahucio. Como el precio de sus viviendas ha caído, ahora están cargados con deudas enormes, que a diferencia del precio de las viviendas, no caen.

Los banqueros, ayer ansiosos por prestar dinero a todos, ahora lo están por acumular dinero y no compartir ni un céntimo. Esta actitud tacaña y desconfiada se aplica no sólo a los propietarios privados de viviendas y pequeñas empresas, sino también a otros bancos y grandes empresas. No están dispuestos a prestar dinero a otros bancos porque no están seguros de recuperar su dinero. Ni tampoco están preparados para adelantar dinero a empresas para comprar materias primas y equipamiento. Sí están bastante dispuestos a empujar y obligar al cierre de empresas como si fuesen cajas de cerrillas, dejando a miles sin trabajo sin pestañear.

Como el crédito es la savia del sistema capitalista, la interrupción de la oferta de crédito significa que no sólo las "malas" empresas entrarán en bancarrota sino también las "buenas". La sequía de crédito amenaza a todo el proceso productivo de la sociedad con un estrangulamiento lento. Los efectos se pueden ver en un torrente repentino de bancarrotas y cierres, afectando no sólo a las pequeñas empresas sino también a empresas importantes como Ford, General Motors, Sony, Nissan y muchas otras. La razón principal de esta situación es el colapso de la demanda, agravado por la escasez de crédito. De repente hay demasiado acero, cemento, automóviles, muchas oficinas vacías, demasiado petróleo... En otras palabras, lo que vemos es una crisis clásica de sobreproducción.

Las grandes empresas automovilísticas norteamericanas intentaron aumentar su parte del mercado mediante descuentos feroces. Esto funcionó temporalmente pero sólo a costa de reducir los márgenes de beneficio. Finalmente, el resultado fue la bancarrota. Ahora están obligadas a recurrir, gorra en mano, al gobierno estadounidense que finalmente aceptó darles una parte importante del dinero de los contribuyentes para mantenerlas a flote. Llega después del rescate a los bancos, lo que representa una medida sin precedentes, sobre todo si tenemos en cuenta que los republicanos se suponían que eran el partido de la economía de libre mercado por excelencia. Fue una medida desesperada.

Esta propuesta de un donativo generoso a las grandes empresas automovilísticas estaba dictada por el miedo a las consecuencias sociales y políticas de que empresas como Chrysler y GM entrasen en bancarrota, lo que significaría la pérdida de millones de empleos. También era una medida proteccionista, dirigida contra los manufactureros extranjeros de automóviles. Si se aprueba, sin duda provocará medidas similares en Europa y Japón. Sin embargo, el gobierno insiste en recortes salariales a cambio de la ayuda, algo rechazado por los sindicatos. Los republicanos, por tanto, votaron en contra de la propuesta, que fue derrotada en el Senado. Se trata de una repetición del enfrentamiento anterior entre la Casa Blanca y el Congreso sobre el rescate a los bancos. Demuestra profundas contradicciones a todos los niveles de la sociedad norteamericana.

Estamos entrando en un período de creciente proteccionismo y tensiones entre las principales naciones capitalistas. La tendencia hacia el proteccionismo será aún más pronunciada con Obama, que tendrá la presión de "salvar los empleos norteamericanos". Debemos recortar que los Demócratas siempre han estado inclinados hacia el proteccionismo. Esta situación provocará represalias de los rivales de EEUU. Ya Wolkswagen está exigiendo ayuda del Estado. Otros la seguirán.

La crisis está revelando profundas fisuras en la UE. Los británicos y franceses presionan a Alemania para que reflaccione su economía (es decir, aumentar su déficit para crear más demanda para los productos británicos y franceses). Pero Alemania se resiste. No ven razón para que Alemania pague el precio de los problemas de otras personas. Pero la participación de Alemania es absolutamente necesaria si se quiere que tengan éxito los planes de recuperación de Europa. Todos deben reflaccionar simultáneamente, sino Alemania se beneficiaría "injustamente" de los esfuerzos de los demás.

Pero estas propuestas no han sido bien recibidas en Berlín. El ministro de economía alemán, Peer Steinbrueck, ridiculizó el ansia general de lo que él denominó "el gran plan de rescate" como algo inútil, dijo que "no existe" tal plan y se intenta resolver la crisis sin precedentes como un rompecabezas que se resolverá por aproximaciones sucesivas. Las autoridades europeas creen que la respuesta está en abundantes programas de gasto, en realidad, añadió Steinbrueck, "dejemos que paguen los alemanes porque ellos pueden".

En realidad, lo que dice Steinbrueck es correcto. Dijo que mientras las políticas pueden aliviar la situación, la recesión es inevitable, independientemente de lo que hagan los gobiernos. La política de Brown y Bush significa intentar reflaccionar la burbuja que en primer lugar provocó el caos actual. Han arrojado miles de millones a los bancos con la esperanza de que vuelven a prestar dinero otra vez. Pero han fracasado. Los banqueros no están dispuestos a prestar en las circunstancias actuales y no importa las reducciones de interés o las subvenciones estatales, nada supondrá una diferencia. En cualquier caso, el alcance de estos recortes es mínimo. En el caso de EEUU están prácticamente a cero. Una a una, las burguesías en los países ricos del mundo están agotando todos sus recursos en un vano intento de detener una recesión que es imparable.

En realidad la burguesía está atrapada. Hagan lo que hagan estará equivocado. Si no intervienen bombeando dinero a los bancos y en las empresas fracasadas, habría una recesión profunda con desempleo de masas como en los años treinta. Pero si recurren a métodos keynesianos de financiación del déficit, crearán unas deudas enormes que socavarán cualquier futura recuperación y actuarán como un tremendo dragado de la inversión productiva, creando las condiciones para un largo período de recortes y austeridad.

La política equivocada aplicada en el período anterior ahora se ha revelado como una colosal resaca de deudas. Esto significa que la recesión será más profunda y prolongada de lo que sería de otra manera. La burguesía ahora paga el precio de los "éxitos" de los últimos veinte años. Países enteros se enfrentan a la insolvencia. Islandia ya está en bancarrota. Los pasivos de los bancos representan ahora el 700 por ciento del PIB de Suiza, hasta ahora considerado como un paraíso seguro para el capital. La cifra de Gran Bretaña es del 430 por ciento. La de EEUU está apenas por debajo del 100 por cien, después del enorme rescate del sector bancario.

La intensificación de la recesión supondrá una profundización de las tensiones entre Europa y EEUU, entre EEUU, China y Japón, y entre Rusia y EEUU. En el pasado estas tensiones habrían llevado a una guerra mundial. La Segunda Guerra Mundial fue la que solucionó la crisis económica de los años treinta mediante un enorme gasto en armas y la destrucción general de los medios de producción durante la guerra. Sin embargo, la situación ahora es totalmente diferente. El colapso de la URSS y el colosal poder del imperialismo norteamericano significa está descartada una guerra mundial. Con un gasto anual en armas aproximadamente de unos 600.000 millones de dólares, no hay poder sobre la Tierra que pueda hacer frente a EEUU. Pero habrá "pequeñas" guerras constantes, como las guerras en Iraq, Afganistán, Somalia, Congo, etc., El conflicto entre Rusia y EEUU puede llevar a guerras como las de Georgia.

Los enfrentamientos y tensiones diplomáticas añadirán un nuevo ingrediente a la inestabilidad general. La incontrolable extensión del terrorismo es un síntoma de la crisis subyacente. Todos estos fenómenos, que lamentan los pacifistas sentimentales, son simplemente una expresión de la causa subyacente, que es la contradicción entre el colosal potencial de las fuerzas productivas y los estrechos límites de la propiedad privada y el estado nacional. Las potencias más grandes (especialmente EEUU) intentarán utilizar su musculatura para intimidar a sus rivales, arrebatar mercados y fuentes de materias primas, pero los capitalistas no pueden encontrar una salida a la crisis por el camino de la guerra como hicieron en 1914 y 1939. Por lo tanto, todas las contradicciones se expresarán internamente, a través de un incremento de la intensificación de la lucha de clases.

Los ojos de la burguesía ahora están fijos en China, esperan que de ella pueda llegar la salvación. Pero China ahora está firmemente clavada al mercado capitalista mundial y debe sufrir las consecuencias de la recesión como todos los demás. Para mantener el desempleo en sus niveles actuales es necesaria una tasa de crecimiento de por lo menos el 8 por ciento. Si el crecimiento cae por debajo de ese nivel, se presenta la perspectiva de un serio conflicto social. Las últimas estimaciones del FMI para el crecimiento chino en 2009 ahora son sólo de un 5 por ciento. Dominique Strauss-Kahn, director del FMI, dijo lo siguiente: "Comenzamos con un crecimiento para China del 11 por ciento, después el 8, más tarde el 7, y China probablemente crezca un 5 o 6 por ciento". Esta previsión aún es alta comparada con las tasas de crecimiento de EEUU y Europa. Pero representa una caída brusca en comparación con el tipo de crecimiento aproximado del 10 por ciento que ha disfrutado China en el último período. No está claro aún que pueda alcanzar ni siquiera ese nivel.

China tiene un mercado interno enorme, probablemente de unos 300 millones de personas. Pero es insuficiente para absorber la gran capacidad productiva que ha acumulado la industria china durante las últimas dos o tres décadas. La caída de la demanda en el mercado norteamericano está golpeando a las exportaciones chinas. La contracción de la producción industrial china se profundizó en noviembre cuando la producción de acero cayó un 12,4 por ciento respecto al año anterior, las entregas de las acerías cayeron un 11,3 por ciento, la generación de electricidad bajó un 9,6 por ciento y la producción petroquímica también cayó. En noviembre las exportaciones anuales cayeron un 2,2 por ciento, cuando los analistas esperaban que aumentasen un 15 por ciento. Para comprender el cambio debemos recordar que entre 2000 y 2006 las exportaciones chinas crecieron a una tasa anual del 26 por ciento. En el mismo mes las importaciones cayeron un 18 por ciento. Era la primera vez que caían las importaciones desde el año 2001.

Hay síntomas alarmantes de sobreproducción y sobreinversión en China, cuyo mercado interno, aunque considerable, no es lo suficiente grande para absorber el colosal potencial productivo acumulado a lo largo de dos o tres décadas y que ahora están alcanzando sus límites. La primera advertencia de la crisis fue la abrupta caída de la bolsa, que ha perdido aproximadamente un 60 por ciento de su valor. Pero la crisis no se limitó a las bolsas. Los precios inmobiliarios están cayendo, la construcción se está desacelerando y la industria crece menos que el PIB. La tasa anual de ventas de automóviles en noviembre cayó más de un 10 por ciento. La generación de electricidad, en general considerable como un índice fiable del crecimiento económico, cayó un 7 por ciento.

Estas cifras han alterado las ideas de los economistas occidentales sobre China. El anterior optimismo se está convirtiendo rápidamente en pesimismo. The Economist (13/12/2008) afirmaba: "Los optimistas incluso esperaban que estos enormes mercados emergentes (India y China) pudieran proporcionar los motores que sacasen a la economía mundial de la recesión. Ahora algunos temen lo contrario: que la recesión global arrastre a China e India con ella, provocando desempleo de masas en los dos países que, a pesar de todos sus éxitos, tiene a dos quintas partes de los niños malnutridos del mundo".

Es verdad que China tiene enormes reservas, que puede utilizar para fomentar planes de obras públicas y desarrollar la infraestructura. En noviembre el gobierno anunció un paquete de estímulo fiscal de cuatro billones de yuan (casi 600.000 millones de dólares). Pero según algunas estimaciones, eso añadiría al PIB un incremento apenas superior al uno por ciento. Es insuficiente para los tipos de resultados que necesita China. Pekín sólo tiene otra opción: intentar resolver la crisis exportando más. Esta solución entra en directa colisión con Europa y EEUU, que están presionando a China para que reflacione su economía e importe más. Paulson visita Pekín para pedir a China que revalúe el yuan, pero es más probable que Pekín apoye una devaluación, que profundizará las contradicciones que existen entre China y EEUU.

Los líderes temen que el empeoramiento de la situación económica provoque lo que ellos denominan "una situación reactiva de agitación sociales a una escala de masas". The Economist (13/12/2008) decía: "Cada semana llegan informes de cierres de fábricas, particularmente en el cinturón industrial del Delta del Río de la Perla, al sur de China. Los trabajadores que no cobran han protagonizado protestas violentas". La misma revista añade: "En realidad, las manifestaciones y protestas, siempre comunes en China, están proliferando, los trabajadores despedidos de las fábricas junto a los campesinos sin tierra, los defensores del medio ambiente y las víctimas del acoso policial están tomando las calles".

La desaceleración de China está golpeando a Japón, para este país el mercado chino cada vez era más importante. En los tres meses previos a septiembre la economía japonesa se hundió a una tasa anual del 1,8 por ciento. Otras economías emergentes incluso han sido menos capaces que China de dar el estímulo necesario a la economía mundial. Todas se verán arrastradas en el próximo período. Eso significa convulsiones sociales y políticas a una escala enorme. El caos en Tailandia es una prueba más de esta situación.

Después de un período de cinco años en el que India creció un 8,8 por ciento, las exportaciones en octubre cayeron un 12 por ciento comparadas con el mismo período del año anterior. Cientos de pequeñas empresas textiles han cerrado. Pero también las grandes empresas están en crisis. La industria automovilística ha suspendido la producción. Las ventas de Ambassador, el automóvil más popular en la India, se han hundido. Pakistán ya está al borde de la bancarrota. El banco central ha revisado sus perspectivas de crecimiento al 7,5 por ciento y son demasiado optimistas. El crecimiento real podría caer al 5,5 por ciento, el más bajo desde 2002.

Con un déficit presupuestario cercano al 8 por ciento del PIB, India, a diferencia de China, tiene poco margen de maniobra. Si China necesita una tasa de crecimiento del 8 por ciento para absorber siete millones de personas que cada año entran en el mercado laboral, ¿cómo puede India absorber una fuerza laboral que se expande a un ritmo anual de 14 millones de personas? Su principal crecimiento ha venido de sectores como la tecnología de la información que no emplea a una gran cantidad de trabajadores. Un crecimiento rápido del desempleo juvenil en India creará unas condiciones explosivas en la sociedad. "Y como en China, aparecerá el malestar e incluso la insurgencia se extienden". (Ibíd.,)

La caía de la demanda mundial se expresa en una caída general del precio de las mercancías. El petróleo pasó de un pico de 147 dólares a aproximadamente 40 dólares en cuestión de meses. Esto afectará a todas las economías productoras de petróleo en Oriente Medio, Irán, Indonesia, Nigeria, México, Rusia y Venezuela. Rusia tiene el tercer superávit más grande del mundo pero desde agosto ha caído en 144.000 millones de dólares. Hay una huida del rublo, lo que subraya los temores de la burguesía ante el futuro. La camarilla gobernante intenta desviar la atención de las masas sobre la crisis mediante aventuras en el exterior (como Georgia). Pero la crisis tarde o temprano debe expresarse en una crisis del régimen y en el crecimiento de la oposición, las huelgas y las protestas.

La economía ucraniana está en crisis y el país ha pedido prestados 16.000 millones de dólares al FMI. La crisis económica está profundizando la crisis política, que tiene un carácter endémico. El callejón sin salida del régimen se expresa en el fracaso total del capitalismo para resolver los problemas de Ucrania o de cualquier otra de las antiguas repúblicas soviéticas. El gobierno pro-norteamericano ha evitado las elecciones pero realmente pende de un hilo. La mayoría de las otras repúblicas soviéticas están en una situación incluso peor.

La abrupta caída del precio del petróleo intensificará el fermento prerrevolucionario en Irán, donde el régimen de Ahmadinejad está suspendido en el aire. Entre la juventud ya está extendido el descontento y la furia, pero también entre los trabajadores y la clase media. Se ha producido una oleada de huelgas. El hecho de que los estadounidenses hayan decidido retirarse de Iraq significa que se verán obligados a abrir negociaciones con Irán y Siria para cubrir la retaguardia. Este hecho priva a Admadinejad de su principal baza, el chovinismo anti-norteamericano y la retórica belicista. Privado del enemigo externo, las contradicciones dentro de Irán saldrán a la superficie y con implicaciones revolucionarias.

En los países más pobres de África han comenzado a aparecer elementos de barbarie y en algunos casos amenazan con hundir a la sociedad y empujarla al salvajismo. En el Congo, cinco millones de personas han muerto en una sangrienta guerra civil. En Zimbawe, la población se enfrenta a los horrores del hambre y el cólera. En Sierra Leona, más del 70 por ciento de la población vive con 70 centavos al día y dos tercios de las mujeres son analfabetas. A la pesadilla del hambre y la pobreza se añade el azote de la malaria y el SIDA. En todas partes las fuerzas productivas están estancadas o en declive, creando más desempleo, pobreza y desesperación.

No es difícil representar al mundo en general como una pesadilla o un manicomio. Son los síntomas que se asocian a la decadencia senil de un sistema que ha superado su utilidad histórica, como el Imperio Romano en su período de decadencia. Pero hay otra cara de la moneda. Existe fermento en la sociedad y los comienzos de la rebelión. Esto naturalmente comienza en la juventud que, en primer lugar, es la primera víctima de la crisis y, en segundo lugar, es el barómetro más sensible del ambiente de descontento que madura silenciosamente en las entrañas de la sociedad.

Es verdad que lo repentino de la crisis ha conmocionado no sólo a la burguesía sino también a los trabajadores. Existirá una cierta tendencia a aferrarse al empleo e incluso aceptar recortes a corto plazo, sobre todo cuando los dirigentes sindicales no ofrecen ninguna alternativa. Pero también habrá un sentimiento general de rabia y amargura, que tarde o temprano encontrará su camino hacia la superficie. Es inevitable que la primera capa que se ponga en movimiento sea la juventud. Siempre ocurre así. La juventud, empezando por los estudiantes, es siempre el barómetro más sensible de los sentimientos que se desarrolla en la sociedad. Pueden anticipar grandes movimientos de los trabajadores, como ocurrió en Rusia en 1901-1903 y en Francia en 1968.

En Italia y Alemania ha habido grandes movimientos de protesta de la juventud. En España las huelgas estudiantiles de este otoño fueron organizadas y dirigidas por el Sindicato de Estudiantes con una dirección marxista. También ha habido agitaciones juveniles en Hungría y antes en Francia. Pero en Grecia este movimiento ha adquirido un carácter explosivo y semi-insurreccional, combinado con una huelga general de los trabajadores. Es una advertencia seria para la burguesía de lo que puede ocurrir en otros países. Demuestra la falsedad del argumento de que el comienzo de la crisis económica inevitablemente provocará una parálisis de la clase obrera.

A la burguesía le gustaría recurrir a la represión. Esto se ve en las recientes declaraciones de Cossiga en Italia, que tienen un carácter claramente bonapartista. Pero Grecia demuestra los límites de esta política. El asesinato de un joven estudiante por la policía sacó a las masas a la calle. El gobierno de derechas consideró la posibilidad de decretar el estado de excepción pero Karamanlis no pudo usar la fuerza para imponer el orden en las calles porque habría llevado a Grecia al borde de la guerra civil. Tuvo que retroceder. El gobierno quedó paralizado.

Los acontecimientos griegos demuestran la debilidad de la reacción y la enorme fuerza de la clase obrera en la actualidad. Si los dirigentes del movimiento obrero griego hubieran defendido una política revolucionaria habrían podido tomar el poder. Pero sin la dirección adecuada el movimiento quedará reducido a una revuelta sin sentido, el gobierno finalmente recuperará el control. Sin embargo, el movimiento fue una seria advertencia para los capitalistas griegos sobre el sentimiento de rabia y frustración que existe en la sociedad. El gobierno de Nueva Democracia está acabado. Se está abriendo en Grecia una nueva etapa de la lucha de clases. Y mañana el mismo proceso se verá en un país tras otro.

En América Latina la revolución ya ha comenzado. No es casualidad y lo explicamos hace una década, cuando decidimos orientar a la CMI hacia América Latina. En este continente el capitalismo ha roto por su eslabón más débil. La Revolución Venezolana ha alcanzado un punto crítico, donde su dirección futura se resolverá de una manera u otra.

La crisis del capitalismo golpea duro a América Latina, aunque se desarrolla de una manera desigual, afectando a algunos países más que a otros. Brasil, el gigante económico de la región, esperar crecer un 4 por ciento (probablemente es optimista) mientras que México, ligado estrechamente a la economía estadounidense, se espera que crezca sólo un 0,4 por ciento. Sin embargo, a ritmos diferentes y a tiempos distintos, todos se verán afectados.

En octubre el FMI preveía una tasa de crecimiento del 3,5 por ciento para América Latina en 2009. Dos meses después, el Banco Mundial reducía sus estimaciones al 2,1 por ciento y Morgan Stanley pronosticaba una caída del 0,7 por ciento para las siete economías más grandes de la región. En los últimos dos meses se han visto afectados por las crisis de la bolsa y monetaria, y también por los recortes del crédito. Después ha seguido una reducción de las exportaciones y también caídas bruscas de los precios de las mercancías. La desaceleración de China afecta a la demanda de petróleo venezolano, a los minerales peruanos, la soja argentina, y al hierro y zumo de naranja brasileños.

La crisis en EEUU afecta al continente de una manera más directa. Ciudades enteras, pueblos, regiones e incluso países como México, El Salvador, Honduras, Colombia y Ecuador dependen de las remesas enviadas por sus emigrantes en EEUU o Europa. Como los trabajadores inmigrantes son los primeros en ser despedidos, ahora se ven obligados a regresar a cara. Estos países se ven al mismo tiempo privados de divisas y obligados a absorber una afluencia de mano de obra, eso significa ya un aumento del desempleo.

Los reformistas dicen que el "modelo venezolano" garantizaría la inmunidad ante los problemas asociados al "modelo neoliberal". Pero es una ilusión reformista. Como la revolución aún no se ha llevado hasta el final, Venezuela todavía está sometida a las vicisitudes del mercado mundial capitalista. La caída del precio del petróleo supone que las reformas del último período están amenazadas. Morgan Stanley pronostica para 2009 una contracción económica, tanto en Venezuela como en Argentina, del 1 y el 2 por ciento respectivamente. Eso significará que las reformas y las misiones estarán en dificultad. Además de la crisis general del capitalismo, la economía venezolana sufre el sabotaje y la huelga de capital destinada a desestabilizar el gobierno bolivariano y provocar un descontento masivo. A pesar de todos los llamamientos a los capitalistas, la inversión privada prácticamente no existe y hay una huida de capital. Sólo el sector estatal mantiene la economía.

Tarde o temprano la revolución tendrá que decidir si avanza y lleva adelante la transformación socialista de la sociedad o da marcha atrás, un paso tras otro, hasta una derrota ignominiosa. La exigencia de medidas drásticas contra la contrarrevolución y la expropiación bajo control obrero va en aumento, la situación se debe resolver. En el pasado, el imperialismo norteamericano habría intervenido militarmente para abortar el proceso, pero ahora está en serias dificultades. EEUU está empantanado en Iraq y Afganistán, no puede abrir otro frente en América Latina, que además tendría consecuencias revolucionarias dentro de EEUU.

Ahora es un momento decisivo para la revolución venezolana. Las fuerzas de la burguesía contrarrevolucionaria han cobrado vida después de su avance parcial en las elecciones de noviembre, que les ha dado puntos de apoyo importantes para lanzar una nueva ofensiva. La crisis económica les dará aún más impulso. Chávez ha defendido más expropiaciones y proponer presentarse de nuevo a la presidencia. Chávez podría utilizar su mayoría en la Asamblea Nacional para aprobarlo incluso sin un referéndum. Eso provocaría enfrentamientos en las calles, lo que plantearía a quemarropa la cuestión del poder. Ya están dibujadas las líneas de la batalla que decidirán el destino de la revolución en uno u otro sentido.

Será un período de enorme turbulencia e inestabilidad, un período de revolución y contrarrevolución que puede durar años, con alzas y bajas. En el pasado, una situación prerrevolucionaria o revolucionaria no duraba demasiado. Terminaría en el triunfo de la revolución o de la contrarrevolución en forma de fascismo o bonapartismo. Pero en las condiciones actuales no es ese el caso. En el pasado, la burguesía en Europa y en otras partes tenía importantes reservas de apoyo entre la población, particularmente entre la clase de pequeños propietarios campesinos. Ya no sucede así. Las capas medias de pequeños propietarios se han reducido debido al desarrollo del capitalismo, mientras que la clase obrera ha aumentado y se ha convertido en muchos países en la mayoría de la sociedad. Antes, los estudiantes procedían de familias ricas y estaban inclinados hacia el fascismo. Ahora en la mayoría de los casos los estudiantes son de izquierdas. La clase dominante no es lo suficientemente fuerza para moverse hacia la reacción, pero la clase obrera carece de su dirección. Eso significa que la situación actual de equilibrio inestable entre las clases puede durar un tiempo.

La revolución nunca se mueve en línea recta. Inevitablemente habrá flujos y reflujos en el movimiento, como ocurrió en las revoluciones rusa y española. Entre febrero y octubre de 1917 hubo períodos de enorme auge, pero también otros períodos de cansancio, desesperación e incluso reacción (julio-agosto). Lo mismo ocurrió en España entre 1931 y 1937, donde tuvimos el Bienio Negro en 1934-1935. Pero en una situación donde el péndulo gira a la izquierda, estas "calmas" sólo son el preludio de una nueva oleada revolucionaria aún más tormentosa.

La situación objetiva en la que hemos entrado ahora será más similar al período de entreguerras, o a los años setenta, que a los últimos veinte años. Condiciones similares tienden a producir resultados parecidos. Las masas estarán más abiertas a nuestras ideas que lo estuvieron en el pasado.

La degeneración de las organizaciones de masas en el último período ha alcanzado niveles nunca vistos. Los socialdemócratas han abonado toda pretensión de defender el socialismo y los antiguos "comunistas" han abandonado todo intento de defender el comunismo. Es una ironía de la historia que precisamente en este momento hayan renunciado a cualquier pretensión de cambio revolucionario de la sociedad. Ahora la historia se venga de ellos.

Los destacados éxitos de los marxistas en Rifondazione Comunista en Italia y en el Partido Comunista Francés, son una prueba del cambio profundo que se está produciendo. En el pasado habría sido impensable tal giro en los acontecimientos. Eso demuestra la existencia de un descontento profundo en la base. El mismo descontento existe en todas las organizaciones de masas. Crecerá según se desarrolle la crisis y la política de la dirección quede desenmascarada en la práctica.

Es verdad que la conciencia tiende a ir por detrás de los acontecimientos, pero tarde o temprano ésta se dispara como un resorte. Ese es precisamente el significado de una revolución. Estamos llegando a ese punto crítico. En la sociedad se está desarrollando un sentimiento general anti-capitalista, no sólo en la clase obrera, sino también en la clase media. Personas que antes nunca habrían cuestionado el capitalismo ahora cada vez están más descontentas. Es una situación muy peligrosa para la clase dominante. Y la crisis sólo acaba de comenzar.

La ocupación de la fábrica Republic Windows and Doors en Chicago demuestra el potencial revolucionario que se está desarrollando en el mismo EEUU. Eran principalmente trabajadores latinos mal pagados. La fábrica tuvo que cerrar porque los bancos se negaban a conceder créditos y los empresarios no iban a pagar a los trabajadores los despidos. Eso desencadenó la ocupación. Los trabajadores dijeron: "No tenemos dinero para pagar nuestras hipotecas, ¡perderemos no sólo nuestros empleos sino también nuestras casas!" Así que ocuparon la empresa. Pero entonces se planteó la cuestión de la propiedad. Entre los trabajadores arraigó la idea: ¡estos bienes nos pertenecen! Así es cómo se transforma rápidamente la conciencia en el transcurso de la lucha.

En Bélgica colapsó el gigantesco banco Fortis, la empresa fue saqueada por los capitalistas franceses y holandeses. Fortis era considerado como el "banco del pueblo". 700.000 personas tenían acciones en él. Pero las acciones colapsaron y perdieron el 90 por ciento de su valor. Este hecho provocó una oleada de rabia dirigida contra los bancos. En todas partes vemos la misma indignación contra los banqueros y los capitalistas, que están obligados a apoyarse en los dirigentes de la clase obrera para mantenerse en el poder.

En la crisis del capitalismo los dirigentes obreros parlamentarios se aferran a la clase dominante y los dirigentes sindicales a los líderes parlamentarios. En estos períodos la clase dominante prefiere en el gobierno a los dirigentes obreros reformistas. Su política es utilizarlos y desacreditarlos. Utilizarán a estos dirigentes para que hagan el trabajo sucio y después les echarán a un lado como un trapo sucio. Después dirán a las masas: "¡Veis lo que significa el socialismo!" De esta manera, se abre una contradicción entre la parte superior del movimiento, que gira a la derecha, en dirección a la colaboración de clases, y por otro lado la base, que gira a la izquierda buscando una solución radical y la acción combativa. Tarde o temprano esta contradicción interna se debe resolver. En el próximo período  veremos todo tipo de crisis y escisiones en las organizaciones tradicionales de la clase obrera.

Se están abriendo grandes oportunidades para los maristas y la crisis social aún está en su etapa inicial. Según se desarrolle la crisis, la radicalización de la clase obrera alcanzará niveles no vistos en décadas. Ideas que eran escuchadas por pequeños grupos encontrarán una audiencia de masas. Se pondrán las bases para la creación de corrientes marxistas de masas en todas partes. En última instancia, esa es la única garantía de la futura transformación socialista de la sociedad.

Londres, 15 de diciembre de 2008.

UN POQUITO DE MUSICA

TRABAJADORES DE NISSAN PROTESTANDO

LEOPOLDO ABADIA LA CRISIS NINJA

CRISIS COMEDORES SOCIALES

Informe Semanal - Familias en Quiebra

Informe Semanal - Familias en Quiebra 2

Informe semanal : El fin del Boom (1/2)

Informe semanal : El fin del Boom (2/2)

PROTESTA EN WALL STREET

Walter martinez análisis crisis financiera Estados Unidos VTV

LONDRES PROTESTA CONTRA LA BANCA EN LA "CITY" FINANCIERA

EXPLICACION DE LA CRISIS

THE END

chvez canta a maisanta



ISRAEL ESTADO GENOCIDA